A - I n f o s

a multi-lingual news service by, for, and about anarchists **
Noticias en todos los idiomas
Ultimos 40 correos (Portada) Correos de las últimas dos semana Nuestros archivos de correos viejos

Los últimos cien correos, por idiomas
Greek_ 中文 Chinese_ Castellano_ Deutsch_ Nederlands_ English_ _ Italiano_ Português_ Russkyi_ Suomi_ Svenska_ Türkçe_ The.Supplement

Primeras Líneas de los últimos Diez Correos
Castellano_ Deutsch_ Nederlands_ English_ Français_ Italiano_ Polski_ Português_ Russkyi_ Suomi_ Svenska_ Türkçe


Primeras líneas de todos los correos de las últimas 24 horas

Links to indexes of first few lines of all posts of last 30 days | of last months of 2002 | of 2003 | of 2004 | of 2005 | of 2006 | of 2007 | of 2008 | of 2009 | of 2010 | of 2011 | of 2012 | of 2013 | of 2014 | of 2015 | of 2016 | of 2017 | of 2018 | of 2019 | of 2020 | of 2021 | of 2022 | of 2023 | of 2024 | of 2025

(ca) Greece, Saints Anargyroi - Kamaterou: Presentación en el evento-coloquio "La organización anarquista en el aquí y ahora" en el Club Autogestionado Perasma (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Fri, 18 Apr 2025 09:44:26 +0300


El sábado 1 de marzo tuvo lugar en Exarchia, en el Club Autogestionado Perasma, el evento invitado - debate "sobre la organización anarquista en el aquí y ahora", así como la presentación de nuestra publicación "La Plataforma de la Unión General de Anarquistas y el diálogo sobre ella". ---- Como lo argumentamos tanto en la siguiente presentación como en el diálogo que siguió, la organización constituye un movimiento y una necesidad histórica de los tiempos, sumamente candente e imperativa para que nuestro movimiento adquiera las bases requeridas, la influencia necesaria dentro de la lucha social y de clases, para contribuir con la potencia de su acción y de sus propuestas a la creación de un movimiento revolucionario de derrocamiento sobre la base de sus proyectos históricos de otra sociedad.

La construcción de las condiciones para una organización anarquista panhelénica se construirá paso a paso en la práctica, a través de las colaboraciones militantes que son necesarias para existir en la vida cotidiana de nuestra lucha política. Será el resultado de las necesidades de la lucha y será su producto. Por eso, como señalamos en la presentación, es crucial hoy que los colectivos, los compañeros y compañeras que compartimos inquietudes militantes comunes, hablemos, nos encontremos, colaboremos, formemos un nuevo polo de movimiento que abra nuevos caminos.

La siguiente es nuestra sugerencia colectiva:

El evento de esta noche tiene lugar un día después de las magníficas movilizaciones por el crimen estatal y capitalista de Tempi. Para ser honesto, esta fecha no estaba prevista desde el principio. Sin embargo, creemos que la coincidencia es ideal ya que la situación actual exige que se plantee nuevamente y de forma más dinámica el tema de la organización. La razón por la que hacemos esta conexión es más que obvia.

Estamos en un período social y políticamente caótico, apenas 24 horas después de un levantamiento popular por una tragedia que lleva la firma sangrienta del Estado, del capital y de todos los gobiernos de memorando. Estamos nuevamente en un período caracterizado por la inestabilidad política, en un período de intensa polarización social, en un período que sin duda marcará rápidos reordenamientos en las relaciones políticas y sociales. Si no entramos dinámicamente a la polarización social imperante, con una posición y propuesta revolucionaria y subversiva propia -lo cual ya viene demorado-, es más que obvio que el fermento actual no será más que un preludio para capitalizar el enojo por un posterior cambio de gobierno por parte del partido político o coalición de partidos que impulse el sistema político burgués para restablecer la "normalidad".

Además, el "diagnóstico" al que llegaron un número no despreciable de colectivos y compañeros/iguales respecto de la derrota y asimilación de las luchas de la década anterior fue que faltaba organización y una contrapropuesta revolucionaria clara que fuera convincente y pudiera competir con los programas de gestión presentados por las fuerzas políticas burguesas y que finalmente lograron capitalizar el malestar social en nombre del cambio de gobierno. Ésta es también nuestra valoración, aunque creemos que las cosas son más complejas. Estamos de acuerdo en que la derrota se debió a la ausencia de organización, de objetivo y de programa, pero el "cómo" es discutible. Porque para que una contrapropuesta revolucionaria pueda prosperar, para que se produzca una Revolución Social, se necesitan parámetros adicionales a la existencia de agitación y organización, que analizaremos a continuación.

La pregunta, por supuesto, es qué hacemos hoy. En el "aquí y ahora" como reza el título del evento de esta noche. Un "aquí" y un "ahora" que presenta similitudes con la década pasada, pero las asociaciones son más negativas, el proyecto revolucionario está ausente incluso a nivel de idea general, las cuestiones de la rabia actual se integran preliminarmente en una búsqueda sistémica de "justicia", "castigo" institucional y un esfuerzo agonizante por reemplazar al "bastardo Mitsotakis" por cualquier bastardo que se encuentre capaz de sucederlo. ¿Cómo se sitúa nuestro espacio político en este contexto?

Nos preocupa mucho que los análisis, por lo demás correctos, de las deficiencias del último decenio no hayan servido como guía para la acción, como guía para superar las debilidades y como guía para las decisiones organizativas y políticas para hoy y "en adelante". Esto queda claro por el hecho de que no tenemos ni un poder político organizado ni una contrapropuesta ampliamente formulada. En un nuevo período de inestabilidad, el movimiento anarquista nuevamente se ve incapaz de desempeñar un papel dirigente a nivel político. Incluso vemos en el discurso público del movimiento la reproducción de ilusiones contrarrevolucionarias sobre la caída del actual gobierno (de ahí la adopción de la perspectiva de un cambio de poder), hecho que pone de relieve la magnitud del problema, ya que estas visiones, a juzgar por las tendencias informalistas del movimiento en ese período, parecen recibir una relativa aceptación. Lo que es cierto es que nuestro movimiento sigue fragmentado, con posiciones contradictorias, avanzando sin brújula.

Parece que la experiencia vivida no se utiliza en la práctica política. Destacar de manera abstracta "los límites del informalismo" en textos que sólo nosotros leemos, resaltar la "revolución" sólo en los párrafos introductorios finales de un llamamiento a la huelga, etc., no implica la utilización de la experiencia colectiva acumulada.

Tenemos la sensación de que seguimos avanzando a ciegas y que los acontecimientos nos volverán a superar. Y esta vez no hay excusa. En nuestra opinión, debe haber cambios políticos y organizativos en nuestra zona, especialmente ahora, cuando se está creando un gran vacío político, que tarde o temprano será ocupado por aspirantes a gladiadores del poder político.

Luego de esta introducción, entraremos en el centro temático de este evento. Esta no es una discusión sobre la estructura de una organización, aunque haremos una referencia relevante. En nuestra opinión, la discusión sobre la organización anarquista debe comenzar con la cuestión de la contrapropuesta revolucionaria o la cuestión del programa, así como las tareas que esta organización está llamada a realizar. Después de todo, la forma en que se estructura el espacio anarquista hoy en día es precisamente el resultado de las visiones que dominan en él y no la aplicación de una propuesta informalista específica o de un "modelo informalista" que demuestre su forma actual. La estructura de un movimiento político o de una organización dentro de él se crea por principios, posiciones y objetivos, no es una cuestión "técnica".
Así que comencemos con el programa revolucionario. Es decir, nuestra contrapropuesta como anarquistas frente a la situación existente.

Una pregunta primaria que puede parecer infantil, pero que es necesaria responder, es ésta: ¿deberíamos tener una contrapropuesta? Si para nosotros la anarquía es una filosofía de vida individual, un estilo de vida o una cultura general y vaga de la reacción, no, no tiene por qué serlo. Pero no es así, puede que para algunos sí, pero en nuestra opinión han distorsionado ciertas cosas.

El anarquismo es ante todo una cosmovisión clasista revolucionaria, por lo que su propósito estatutario, históricamente, es derrocar lo existente y contribuir a la construcción de una nueva sociedad. Así que nuestra contrapropuesta es cómo será esta nueva sociedad, cómo funcionará y cómo llegaremos a ella. Aquí se introduce también el concepto de programa, es decir, la codificación de la propuesta en un plan específico para la organización de la vida social y política, para la organización de la economía, de la producción y de la distribución. El programa revolucionario es la concreción de nuestros proyectos generales, la transformación material de nuestras ideas en una propuesta específica, implementable y aplicable.

¿Qué significa propuesta revolucionaria viable? En nuestra opinión, no basta hablar simplemente de "socialización de los medios de producción", "destrucción del Estado", "anarquía" y "comunismo libertario" sin describir cómo se establecerán y cómo pueden funcionar en las condiciones actuales. La referencia prescriptiva general corresponde al nivel en el que se encuentra hoy nuestro movimiento y es precisamente necesaria para orientar lo que proponemos. Pero si queremos que estas iniciativas tomen forma, si queremos que adquieran bases sociales y de clase, y si queremos que se implementen, deben dejar de ser referencias proyectivas generales para convertirse en parte de un programa, de un plan de derrocamiento.

Sin un programa revolucionario y sin un plan revolucionario, todo lo que hacemos es asimilable, por muy correcto, por muy militante, por muy grande que sea. Y, por desgracia, está condenado a quedar atrapado ya sea en el reformismo, ya sea en el gubernamentalismo menos malvado, o en el alternanismo.
En nuestra opinión, sin embargo, la creación de un programa de este tipo no es adecuada para un grupo o un conjunto de grupos, es decir, no es adecuada para la situación cinemática en la que nos encontramos actualmente. El programa revolucionario no es un texto utópico que habla de una sociedad ideal, cautivando a los "fieles" de un espacio político. No es un texto religioso ni mesianismo. Su existencia no consiste en su consumo interno y aceptación por parte de sus autores.

El programa revolucionario, nuestra propuesta, para tener sentido, debe pretender superar tanto los programas administrativos de las fuerzas del poder burgués, como los demás programas fallidos de los marxistas, de los "comunistas" y del poder socialista de Estado. De ello se desprende que el programa revolucionario sólo puede ser la creación de una organización anarquista, de un cuerpo político anarquista. No es coincidencia que en la historia de nuestro movimiento sólo veamos programas de organizaciones anarquistas que jugaron un papel revolucionario catalizador en la lucha de clases. La Alianza Bakuninista tenía un programa revolucionario, la CNT tenía un programa revolucionario, en Rusia y Ucrania no había ni organización ni programa, por eso los anarquistas fueron derrotados por los bolcheviques, y por eso DeloTruda publicó la "Plataforma", señalando precisamente esas deficiencias.

Ciertamente, los programas revolucionarios de nuestros antepasados ideológicos estaban dirigidos a otra época. Los proyectos, por supuesto, siguen siendo los mismos: el sistema en el que nacieron no ha sido "superado", la lucha de clases no ha dejado de existir, la clase trabajadora no ha sido "institucionalizada" ni asimilada por la automatización, como muchos afirman. Pero ciertamente los tiempos son diferentes. No vivimos en sociedades agrarias semiindustriales, no basta simplemente tomar la tierra y las fábricas como propusieron nuestros compañeros hace un siglo. La socialización que debe producirse hoy es más amplia, las cuestiones que una revolución estará llamada a gestionar, como por ejemplo: Las nuevas tecnologías y la energía son más complejas. Estamos hablando, pues, de la necesidad de un programa revolucionario moderno que contenga respuestas sostenibles a todo esto.

Ahora entramos en cuestiones igualmente difíciles. ¿Qué caminos debemos tomar para que el programa revolucionario sea realista para cada vez más personas de la clase obrera, de las capas populares pobres, etc.? ¿Cómo se implementará y a través de qué proceso?

Debemos aclarar lo siguiente: El derrocamiento del orden de cosas existente y su sustitución por una nueva organización social de vida colectiva sólo puede ocurrir de manera revolucionaria. La revolución no es un proceso en el ámbito del "espíritu", un asunto individual de cada uno "para hacernos mejores". Parafraseando a Bakunin, revolución significa guerra. Es el proceso por el cual la nueva sociedad, nacida dentro del cascarón de la antigua, se enfrenta para sucederla. Así pues, por revolución no entendemos "estructuras de autogestión", una transformación moral de las relaciones sociales, la creación de "islas" y "comunidades" de libertad en las que experimentaremos idealistamente la anarquía en el aquí y ahora. Esta concepción de la revolución, en nuestra opinión, es una distorsión de lo que significa construir contraparadigmas y una "nueva sociedad dentro de la cáscara de la vieja", así como una distorsión de lo que realmente son las revoluciones dentro de la historia social y de clases. En nuestra opinión, esta percepción no es revolucionaria sino la definición de alternancia. En realidad, esta percepción propone la creación de un universo paralelo que coexiste con la barbarie estatal y capitalista y no pretende derrocarla, sino sólo crear ilusiones expansivas sobre la posibilidad de una vida supuestamente "no convencional" dentro de lo existente.

Para construir una nueva sociedad, para emanciparnos de las ataduras del Estado y del capital, es necesario romper esas ataduras, de las que no nos liberaremos por la gracia del Estado y del poder capitalista. Por eso es necesario aplastar el mecanismo armado de protección de nuestros explotadores, apoderarse de sus bastiones, apoderarse de los centros de toma de decisiones. Sin la destrucción del Estado y del capital, no tiene sentido hablar de revolución.

Y si a algunos camaradas esto ya les parece cercano a la imaginaria "noche de la ocupación de los palacios", refutémoslos enseguida.

Bakunin, a quien hemos citado, no sólo dijo que revolución significa guerra. También se pronunció en contra de la revolución que se lleva a cabo por "decretos". Todos nuestros clásicos se opusieron a la idea de una "revolución política" y propusieron una revolución social. En la práctica, esto significa que la revolución no es sólo el "momento" de explosión, ni que la revolución la hacen sólo combatientes organizados, una vanguardia o un ejército de la élite revolucionaria en la línea del ya superado "blancismo".

Así que ciertamente no creemos en una revolución que se lleva a cabo gracias a una organización política que viene de fuera y tira de los movimientos de la mano. Por eso no creemos que 2010-12 haya sido una oportunidad perdida para la revolución, sino más bien una oportunidad para construir un movimiento revolucionario libertario que, si hubiera nacido entonces, hoy sería diferente. En 2010-12 no sólo faltó organización política, sino también un programa y un plan de acción. También faltaba la organización de clase, faltaba la conciencia revolucionaria de clase en el llamado "movimiento antimemorando", faltaban las estructuras y los órganos de autogestión social, las células de la nueva sociedad.
Una organización política no es suficiente para provocar la revolución, ni una "revolución política" tiene relación alguna con lo que la tradición anarquista ha propuesto como revolución. La revolución social no consiste simplemente en que los revolucionarios se "precipiten" a un trastorno social. Sin embargo, por mucho que estemos en desacuerdo con una invocación de la revolución que tenga en cuenta sólo su versión armada o su parte "política", estamos aún más en desacuerdo con la percepción de la revolución, de manera general y vaga, como un proceso de "construcción de una nueva sociedad sobre la cáscara de la vieja" que no tenga en cuenta que sin el conflicto, sin el estallido revolucionario, esta "nueva sociedad" simplemente será asimilada o suprimida por la "vieja" (la existente).

Esto nos lleva a dos preguntas clave. En primer lugar, la cuestión de quién hace la revolución o, en otras palabras, la cuestión del sujeto revolucionario. La segunda es la construcción de "paradigmas", la construcción de estructuras celulares que prefiguran la nueva sociedad o lo que históricamente se ha llamado "la construcción de la nueva sociedad dentro de la cáscara de la vieja". Trataremos brevemente ambos temas y si es necesario volveremos a la discusión, porque si desarrollamos planteamientos exhaustivos, no nos alcanzará el tiempo durante toda la velada.

En primer lugar, la cuestión del sujeto revolucionario.

¿Quién está haciendo la revolución?
Si negamos la revolución política, es decir, si negamos que el sujeto revolucionario sea el sujeto político que "se levanta" (en nombre del "pueblo" o de la clase obrera), entonces ¿quién hace la revolución? ¿La sociedad en general? ¿Pueblo? Estos conceptos son, por su propia naturaleza, interclases y abarcan intereses sociales en pugna si los tomamos como universales sin otras calificaciones. Entonces, ¿el "individuo" y todos los "individuos" tienen "conciencia revolucionaria"? Pero ¿qué conciencia revolucionaria pueden tener los "individuos" separados, y qué es la "conciencia individual" sino la ideología burguesa del individuo en sus diversas versiones (siempre individualistas)? ¿Puede haber conciencia revolucionaria si no hay conciencia de clase? Nuestra opinión es que no, ya que pensamos que no es la respuesta a la pregunta en toda la tradición anarquista (excepto en su vertiente individualista y de estilo de vida, que de todos modos niega la hipótesis de la revolución).

El sujeto revolucionario es un sujeto colectivo y no una articulación de individuos y sus "ideas". En primer lugar, el sujeto revolucionario es el sujeto de clase: es la clase obrera y sus capas aliadas, junto con todos aquellos que se identifican con sus intereses y los adoptan, a saber, el cese de la explotación del hombre por el hombre. El movimiento anarquista es un producto de la lucha de clases y del movimiento obrero del siglo XIX. Lo que pretende es que la clase a la que él pertenece se rebele y no que ésta se rebele en nombre propio, por separado. Los anarquistas se rebelan como parte del sujeto revolucionario de clase y no como un sujeto político separado.

Sin embargo, la revolución no puede ocurrir por sí sola, espontáneamente. Si creyéramos en tal cosa, no tendría sentido ser anarquista; el propio desarrollo histórico traería la anarquía y una sociedad sin clases. Si somos anarquistas es porque creemos que como parte de nuestra clase, tenemos un papel político y revolucionario que desempeñar para su liberación y en consecuencia para la liberación de toda la sociedad. Las ideas -como las nuestras, las anarquistas- son necesarias para la Revolución Social. Sin ellos no se puede imaginar el mundo que la Revolución construirá. Pero no debemos olvidar nunca que las ideas y la conciencia no dan origen al sujeto revolucionario: las ideas revolucionarias tienen como base las condiciones materiales objetivas de la existencia. Son estas las que constituyen a los sujetos revolucionarios dentro de la historia, las ideas que los equipan.

Aquí llegamos también a la cuestión del dualismo organizacional, cuestión por excelencia que está vinculada a las opiniones expresadas por la Plataforma DeloTruda. El dualismo organizacional o lo que a menudo definimos como "niveles distintivos de organización" significa la necesidad de organizarnos tanto como anarquistas (a nivel político) como parte de nuestra clase (a nivel de clase). Es este "dualismo" el que responde tanto a la cuestión de la revolución política o social como a la cuestión del sujeto. Si sólo creyéramos en una revolución política, sólo nos organizaríamos como anarquistas, posiblemente para tomar el poder político y "dárselo" al pueblo. Si creyéramos que el desarrollo de la lucha de clases es suficiente para la revolución, consideraríamos que basta con la organización económica y de clase, como proponen los compañeros anarcosindicalistas, o que deberíamos crear muchas comunidades dentro de la existente que, al multiplicarse, transformarán simultáneamente el núcleo de las relaciones sociales. No creemos en nada de esto.

El dualismo organizacional es importante por dos razones. En primer lugar, en cuanto al nivel político, porque como anarquistas, si queremos que nuestras ideas y proyectos determinen la lucha social y de clases, debemos estar unidos en torno a posiciones específicas y en torno a un programa específico, que se expresen dentro de una organización puramente anarquista que las propague y luche por su amplia difusión y arraigo. En segundo lugar, respecto al nivel de clase, porque nuestra clase, tanto en el ámbito del trabajo como a nivel social (en el barrio, etc.), debe organizarse de forma independiente y sin tutela. Es importante participar en organizaciones de masas, por supuesto no por razones de patrocinarlas o simplemente para propagar nuestras posiciones e ideas, sino precisamente porque nosotros, en primer lugar, somos parte de los explotados y debemos ser parte de su organización independiente y autodirigida.

Por último, digamos algunas palabras sobre la cuestión del "paradigma", de las "estructuras" y de la "construcción de una nueva sociedad sobre la cáscara de la antigua". De hecho, si queremos una nueva sociedad, debemos construir sus bases aquí, inmediatamente, ahora. Cuando decimos que no basta una organización política para que se produzca la revolución, queremos decir precisamente que se necesita tanto la organización social como la de clase, que a partir de hoy comenzará a construir la nueva sociedad. La pregunta es ¿cómo?

En lo que hoy llamamos "estructuras" o "antiestructuras" vemos muchos aspectos positivos y muchos negativos. En cualquier caso, sólo podemos evaluar como positiva la acción de los grupos sociales en la creación de estructuras médicas, cocinas colectivas o nuestras prácticas como la ocupación de edificios (aunque no es la panacea, la cuestión de la evaluación es lo que se hace dentro de un edificio y no sólo la "relación de propiedad"). Por otro lado, no vemos exactamente cómo se crea una nueva sociedad a través de empresas cooperativas o acciones de reparto de alimentos con interminables flashes cayendo sobre bolsas de papel para luego promocionar grupos políticos, o qué utilidad tiene fotografiar a personas sin hogar que acaban de recibir una ración de comida. Tampoco creemos que podamos derrocar la educación urbana dominante si impartimos clases de autoformación en nuestros espacios o si creamos unos cuantos grupos culturales contra el arte de consumo mercantilizado. Estamos completamente a favor de estos proyectos, pero no vemos cómo constituyen las bases de una nueva sociedad.

En nuestra opinión, deberíamos presentar un plan que pueda conectar una serie de estructuras y proyectos y realmente desarrollarlos hasta el nivel de imaginar una nueva sociedad, y deberíamos hacerlo seriamente. Y este plan debería ser parte de nuestro programa revolucionario o contrapropuesta: ser parte de su aplicación inmediata. En efecto, necesitamos edificios y espacios socializados, necesitamos escuelas y centros sociales libertarios, necesitamos clínicas sociales y estructuras de gestión colectiva y de ayuda mutua. Así como también necesitamos sindicatos obreros de base que mañana asuman la dirección de la producción, así como necesitamos asambleas populares en cada barrio, así como necesitamos comités de socialización de parques, terrenos, edificios y estructuras de autodefensa que los custodien.

Para que todo lo anterior se haga realidad, necesitamos organización, mucho trabajo y unión de fuerzas. Necesitamos un plan y un programa revolucionarios, así como la comprensión de que sólo a través de la revolución puede surgir una nueva sociedad. De lo contrario, todo lo que construyamos, podemos perderlo de la noche a la mañana y, peor aún, quejarnos del malvado gobierno que nos lo quitó, como si la cuestión fuera simplemente "existir" como un microcosmos al margen de la sociedad y el Estado nos "permitiera" existir. Construir una nueva sociedad es un asunto de los propios trabajadores y de todos los explotados, no de islas que nosotros como anarquistas construiremos para nosotros mismos, para gastarlo "de manera no convencional" después de 10 horas de esclavitud asalariada. En cualquier caso, debemos simplemente ayudar en esta dirección de creación de estructuras, contraparadigmas y células de la nueva sociedad, pero al mismo tiempo con nuestra lucha política y el esfuerzo por ganar terreno para la perspectiva revolucionaria como una necesidad y como la única solución y salida a la barbarie del capitalismo y el Estado.

¿Qué tipo de organización queremos?

Concluiremos nuestra presentación con nuestra propuesta sobre la cuestión de la organización anarquista. Una organización que, como ya hemos dicho, debe construirse en torno a un programa revolucionario, en torno a un método común de acción y promoción, en torno a principios ideológicos específicos y claros y en torno a un conjunto de posiciones políticas y direcciones militantes, tácticas y estratégicas comúnmente consensuadas.

La organización anarquista que proponemos tiene como célula núcleos regionales primarios y no colectivos y grupos como los conocemos en el espacio anarquista en Grecia hoy. Si en la década anterior decíamos que la brecha entre grupos y compañeros no organizados era grande, ahora es caótica. No hay un número suficiente de colectivos ni el nivel de acuerdos para un nuevo esfuerzo de federalización. Más allá de eso, no estamos de acuerdo con este modelo en sí, y si nos preguntan, lo explicaremos en la discusión que sigue.

Estamos de acuerdo, sin embargo, en el federalismo y lo reconocemos como pilar de una organización en el presente y como característica de la sociedad por la que luchamos. No creemos en un tipo de organización centralizada. Por lo tanto, los núcleos de regiones y lugares, en los que vemos las células de una nueva organización anarquista, deben ser federalizados: a nivel suburbano y regional, a nivel de ciudad y a nivel nacional.

En pocas palabras, cada región es un núcleo anarquista y cada suburbio o ciudad es una federación de núcleos (por ejemplo, organizados en distritos). En ciudades pequeñas, pueblos y, con suerte, aldeas, podría haber un núcleo que esté conectado regionalmente con ciudades vecinas o que forme una región propia (por ejemplo, en pueblos pequeños).
Los núcleos de la organización tendrán acción autónoma a nivel regional y de ciudad y serán coordinados a nivel secundario en los suburbios y regiones. Cada núcleo designará representantes electos y revocables cíclicamente para un tercer nivel, en un órgano político unificador central (por ejemplo un consejo político o un comité de coordinación). El órgano central panhelénico será una expresión de los núcleos, será su punto de unión.

La estructura organizativa que describimos asegura tanto el carácter unificador de una organización anarquista, como su federalismo y características antijerárquicas. Porque hay que decir que la crítica común de que "la organización trae jerarquías" es quizás uno de los mayores mitos cinematográficos. Sólo hay que ver cómo funciona una "asamblea abierta", en la que unos pocos deciden (o los grupos han decidido de antemano el marco "por el que pasarán") e imaginar cómo decidiría una organización anarquista, cuyas decisiones se tomarían desde abajo (desde los núcleos) hacia arriba (en las regiones y la coordinación).

Preguntémonos también cuáles son los límites de la acción de una asamblea abierta de 50 o 100 personas que se unen sólo en función de un acontecimiento actual, sin un marco real de objetivos y posiciones que las una y sin compromisos, y contrastémosla con la acción de una organización de cientos y después de miles y lo que ésta puede realmente hacer y lograr. Está claro que la informalidad no puede reivindicar la eficacia. Es simplemente lo "más fácil".

En cualquier caso, para que este modelo organizativo que proponemos funcione "idealmente", esta organización debe basarse en acuerdos sólidos y no ser una organización sintética de inercia ideológica.

Es por esto que, después de todo, abogamos por la organización de la "tendencia" como la que defienden los anarquistas de DeloTruda a través de la "Plataforma" y no la organización multi-tendencia que está condenada a degenerar por el canibalismo, la inmovilidad militante debido a las contradicciones en los objetivos, la autorreferencialidad y, en última instancia, las jerarquías o la disolución.

Digamos, en este punto, volviendo al "aquí y ahora", que si consideráramos que existían condiciones para la constitución de una organización anarquista con las características antes señaladas, ya habríamos tomado iniciativas pertinentes. Sin embargo, lo último que querríamos hacer es formar una organización-sello con pocos miembros. La organización no es nuestra obsesión ideológica; si lo fuera, ya estaríamos encaminándonos hacia su formación, sólo para satisfacernos. En nuestra opinión es una necesidad histórica para el movimiento anarquista, la organización, somos optimistas que el camino hacia ello se abrirá pronto y los mensajes que estamos recibiendo últimamente son muy positivos. Sin embargo, el debate debería abrirse más, más compañeros deberían involucrarse y, paso a paso, cada vez más personas deberían adoptar la necesidad de esta perspectiva.

Las iniciativas que deben tomarse inmediatamente deben estar encaminadas a generar una dinámica en torno a la perspectiva organizativa, para poder "abrir" la cuestión organizacional prácticamente, a nivel nacional.

Para nosotros es necesario formar inmediatamente un nuevo polo del movimiento, formado por grupos colectivos y compañeros que estén de acuerdo en que la organización es una necesidad. Debemos entrar en contacto, conversar, coordinarnos y crear formaciones de combate comunes enfocadas a las grandes batallas que deben librarse en todos los campos de lucha de nuestros tiempos. En nuestra opinión, este polo debería formarse independientemente de si todos estamos de acuerdo exactamente en la cuestión de la organización y de si todos avanzamos juntos hacia ella. La unificación y cooperación de cada vez más compañeros que se reúnen sobre la base de acuerdos comunes será un paso importante para dar forma a algo más sano dentro del espacio anarquista, fuera de las colaboraciones informales y desechables, las formaciones heterogéneas, las alianzas oportunistas por el "pan y espectáculos" internos y las monstruosidades ideológico-políticas que hemos visto en los últimos años bajo las firmas de "anarquistas y comunistas".

Consideramos también necesario instar a cada vez más compañeros a organizarse, aunque sea a un primer nivel. Deberían dejar de movilizarse como "individuos" sin responsabilidades políticas. En primer lugar, para que ellos mismos puedan contribuir a los acontecimientos políticos, para que puedan tomar iniciativas y no simplemente seguir los llamados de los demás. No es posible, por un lado, decir como anarquistas que estamos en contra de confiar nuestras vidas a otros y, por otro lado, no organizarnos y confiar a otros que muevan los hilos de nuestro espacio político.

Más específicamente, respecto a la perspectiva organizacional, nuestra visión es que quienes tenemos acuerdos no debemos simplemente declararlos a nivel teórico o esperar el momento de una convocatoria organizacional para reunirnos. Debemos colaborar inmediatamente y, a través de esta asociación, debemos crear las condiciones que permitan dar el siguiente paso.

El movimiento anarquista a nivel internacional se encuentra en un punto de inflexión histórico crítico. Tiene que elegir entre dos caminos. El primero es el de la protesta, del estilo de vida poco convencional de los individuos, del alternativaismo y a veces del agitador detrás de movimientos en los que él no constituye más que una cola ruidosa. Este camino conduce a la derrota y al retroceso, tanto a nivel numérico como a nivel de influencia social y de clase. Si eso es lo que queremos, no necesitamos cambiar nada en absoluto. El segundo camino es el de una contribución militante y dirigente a la lucha social y de clases, sobre la base de un plan revolucionario de derrocamiento. El final de este camino es el triunfo de la Revolución Social, el triunfo de nuestras propuestas justas, oportunas e históricamente imperativas. Si queremos tomar el segundo camino, ciertamente es accidentado y tiene terribles dificultades, pero es el único victorioso. Está en nuestras manos qué tipo de movimiento tendremos y en qué tipo de sociedad viviremos.

INICIATIVA DE LOS SANTOS ANARQUISTAS DE ANARGYROS - KAMATEROS

https://anarchism.espivblogs.net/2025/03/03/eisigisi-stin-ekdilosi-syzitisi-i-anarchiki-organosi-sto-edo-amp-amp-tora-sto-aytodiacheirizomeno-steki-perasma/
_______________________________________
AGENCIA DE NOTICIAS A-INFOS
De, Por y Para Anarquistas
Para enviar art�culos en castellano escribir a: A-infos-ca@ainfos.ca
Para suscribirse/desuscribirse: http://ainfos.ca/mailman/listinfo/a-infos-ca
Archivo: http://www.ainfos.ca/ca