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(ca) Greece, Saints Anargyroi - Kamaterou: Presentación en el evento-coloquio "La organización anarquista en el aquí y ahora" en el Club Autogestionado Perasma (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]
Date
Fri, 18 Apr 2025 09:44:26 +0300
El sábado 1 de marzo tuvo lugar en Exarchia, en el Club Autogestionado
Perasma, el evento invitado - debate "sobre la organización anarquista
en el aquí y ahora", así como la presentación de nuestra publicación "La
Plataforma de la Unión General de Anarquistas y el diálogo sobre ella".
---- Como lo argumentamos tanto en la siguiente presentación como en el
diálogo que siguió, la organización constituye un movimiento y una
necesidad histórica de los tiempos, sumamente candente e imperativa para
que nuestro movimiento adquiera las bases requeridas, la influencia
necesaria dentro de la lucha social y de clases, para contribuir con la
potencia de su acción y de sus propuestas a la creación de un movimiento
revolucionario de derrocamiento sobre la base de sus proyectos
históricos de otra sociedad.
La construcción de las condiciones para una organización anarquista
panhelénica se construirá paso a paso en la práctica, a través de las
colaboraciones militantes que son necesarias para existir en la vida
cotidiana de nuestra lucha política. Será el resultado de las
necesidades de la lucha y será su producto. Por eso, como señalamos en
la presentación, es crucial hoy que los colectivos, los compañeros y
compañeras que compartimos inquietudes militantes comunes, hablemos, nos
encontremos, colaboremos, formemos un nuevo polo de movimiento que abra
nuevos caminos.
La siguiente es nuestra sugerencia colectiva:
El evento de esta noche tiene lugar un día después de las magníficas
movilizaciones por el crimen estatal y capitalista de Tempi. Para ser
honesto, esta fecha no estaba prevista desde el principio. Sin embargo,
creemos que la coincidencia es ideal ya que la situación actual exige
que se plantee nuevamente y de forma más dinámica el tema de la
organización. La razón por la que hacemos esta conexión es más que obvia.
Estamos en un período social y políticamente caótico, apenas 24 horas
después de un levantamiento popular por una tragedia que lleva la firma
sangrienta del Estado, del capital y de todos los gobiernos de
memorando. Estamos nuevamente en un período caracterizado por la
inestabilidad política, en un período de intensa polarización social, en
un período que sin duda marcará rápidos reordenamientos en las
relaciones políticas y sociales. Si no entramos dinámicamente a la
polarización social imperante, con una posición y propuesta
revolucionaria y subversiva propia -lo cual ya viene demorado-, es más
que obvio que el fermento actual no será más que un preludio para
capitalizar el enojo por un posterior cambio de gobierno por parte del
partido político o coalición de partidos que impulse el sistema político
burgués para restablecer la "normalidad".
Además, el "diagnóstico" al que llegaron un número no despreciable de
colectivos y compañeros/iguales respecto de la derrota y asimilación de
las luchas de la década anterior fue que faltaba organización y una
contrapropuesta revolucionaria clara que fuera convincente y pudiera
competir con los programas de gestión presentados por las fuerzas
políticas burguesas y que finalmente lograron capitalizar el malestar
social en nombre del cambio de gobierno. Ésta es también nuestra
valoración, aunque creemos que las cosas son más complejas. Estamos de
acuerdo en que la derrota se debió a la ausencia de organización, de
objetivo y de programa, pero el "cómo" es discutible. Porque para que
una contrapropuesta revolucionaria pueda prosperar, para que se produzca
una Revolución Social, se necesitan parámetros adicionales a la
existencia de agitación y organización, que analizaremos a continuación.
La pregunta, por supuesto, es qué hacemos hoy. En el "aquí y ahora" como
reza el título del evento de esta noche. Un "aquí" y un "ahora" que
presenta similitudes con la década pasada, pero las asociaciones son más
negativas, el proyecto revolucionario está ausente incluso a nivel de
idea general, las cuestiones de la rabia actual se integran
preliminarmente en una búsqueda sistémica de "justicia", "castigo"
institucional y un esfuerzo agonizante por reemplazar al "bastardo
Mitsotakis" por cualquier bastardo que se encuentre capaz de sucederlo.
¿Cómo se sitúa nuestro espacio político en este contexto?
Nos preocupa mucho que los análisis, por lo demás correctos, de las
deficiencias del último decenio no hayan servido como guía para la
acción, como guía para superar las debilidades y como guía para las
decisiones organizativas y políticas para hoy y "en adelante". Esto
queda claro por el hecho de que no tenemos ni un poder político
organizado ni una contrapropuesta ampliamente formulada. En un nuevo
período de inestabilidad, el movimiento anarquista nuevamente se ve
incapaz de desempeñar un papel dirigente a nivel político. Incluso vemos
en el discurso público del movimiento la reproducción de ilusiones
contrarrevolucionarias sobre la caída del actual gobierno (de ahí la
adopción de la perspectiva de un cambio de poder), hecho que pone de
relieve la magnitud del problema, ya que estas visiones, a juzgar por
las tendencias informalistas del movimiento en ese período, parecen
recibir una relativa aceptación. Lo que es cierto es que nuestro
movimiento sigue fragmentado, con posiciones contradictorias, avanzando
sin brújula.
Parece que la experiencia vivida no se utiliza en la práctica política.
Destacar de manera abstracta "los límites del informalismo" en textos
que sólo nosotros leemos, resaltar la "revolución" sólo en los párrafos
introductorios finales de un llamamiento a la huelga, etc., no implica
la utilización de la experiencia colectiva acumulada.
Tenemos la sensación de que seguimos avanzando a ciegas y que los
acontecimientos nos volverán a superar. Y esta vez no hay excusa. En
nuestra opinión, debe haber cambios políticos y organizativos en nuestra
zona, especialmente ahora, cuando se está creando un gran vacío
político, que tarde o temprano será ocupado por aspirantes a gladiadores
del poder político.
Luego de esta introducción, entraremos en el centro temático de este
evento. Esta no es una discusión sobre la estructura de una
organización, aunque haremos una referencia relevante. En nuestra
opinión, la discusión sobre la organización anarquista debe comenzar con
la cuestión de la contrapropuesta revolucionaria o la cuestión del
programa, así como las tareas que esta organización está llamada a
realizar. Después de todo, la forma en que se estructura el espacio
anarquista hoy en día es precisamente el resultado de las visiones que
dominan en él y no la aplicación de una propuesta informalista
específica o de un "modelo informalista" que demuestre su forma actual.
La estructura de un movimiento político o de una organización dentro de
él se crea por principios, posiciones y objetivos, no es una cuestión
"técnica".
Así que comencemos con el programa revolucionario. Es decir, nuestra
contrapropuesta como anarquistas frente a la situación existente.
Una pregunta primaria que puede parecer infantil, pero que es necesaria
responder, es ésta: ¿deberíamos tener una contrapropuesta? Si para
nosotros la anarquía es una filosofía de vida individual, un estilo de
vida o una cultura general y vaga de la reacción, no, no tiene por qué
serlo. Pero no es así, puede que para algunos sí, pero en nuestra
opinión han distorsionado ciertas cosas.
El anarquismo es ante todo una cosmovisión clasista revolucionaria, por
lo que su propósito estatutario, históricamente, es derrocar lo
existente y contribuir a la construcción de una nueva sociedad. Así que
nuestra contrapropuesta es cómo será esta nueva sociedad, cómo
funcionará y cómo llegaremos a ella. Aquí se introduce también el
concepto de programa, es decir, la codificación de la propuesta en un
plan específico para la organización de la vida social y política, para
la organización de la economía, de la producción y de la distribución.
El programa revolucionario es la concreción de nuestros proyectos
generales, la transformación material de nuestras ideas en una propuesta
específica, implementable y aplicable.
¿Qué significa propuesta revolucionaria viable? En nuestra opinión, no
basta hablar simplemente de "socialización de los medios de producción",
"destrucción del Estado", "anarquía" y "comunismo libertario" sin
describir cómo se establecerán y cómo pueden funcionar en las
condiciones actuales. La referencia prescriptiva general corresponde al
nivel en el que se encuentra hoy nuestro movimiento y es precisamente
necesaria para orientar lo que proponemos. Pero si queremos que estas
iniciativas tomen forma, si queremos que adquieran bases sociales y de
clase, y si queremos que se implementen, deben dejar de ser referencias
proyectivas generales para convertirse en parte de un programa, de un
plan de derrocamiento.
Sin un programa revolucionario y sin un plan revolucionario, todo lo que
hacemos es asimilable, por muy correcto, por muy militante, por muy
grande que sea. Y, por desgracia, está condenado a quedar atrapado ya
sea en el reformismo, ya sea en el gubernamentalismo menos malvado, o en
el alternanismo.
En nuestra opinión, sin embargo, la creación de un programa de este tipo
no es adecuada para un grupo o un conjunto de grupos, es decir, no es
adecuada para la situación cinemática en la que nos encontramos
actualmente. El programa revolucionario no es un texto utópico que habla
de una sociedad ideal, cautivando a los "fieles" de un espacio político.
No es un texto religioso ni mesianismo. Su existencia no consiste en su
consumo interno y aceptación por parte de sus autores.
El programa revolucionario, nuestra propuesta, para tener sentido, debe
pretender superar tanto los programas administrativos de las fuerzas del
poder burgués, como los demás programas fallidos de los marxistas, de
los "comunistas" y del poder socialista de Estado. De ello se desprende
que el programa revolucionario sólo puede ser la creación de una
organización anarquista, de un cuerpo político anarquista. No es
coincidencia que en la historia de nuestro movimiento sólo veamos
programas de organizaciones anarquistas que jugaron un papel
revolucionario catalizador en la lucha de clases. La Alianza Bakuninista
tenía un programa revolucionario, la CNT tenía un programa
revolucionario, en Rusia y Ucrania no había ni organización ni programa,
por eso los anarquistas fueron derrotados por los bolcheviques, y por
eso DeloTruda publicó la "Plataforma", señalando precisamente esas
deficiencias.
Ciertamente, los programas revolucionarios de nuestros antepasados
ideológicos estaban dirigidos a otra época. Los proyectos, por supuesto,
siguen siendo los mismos: el sistema en el que nacieron no ha sido
"superado", la lucha de clases no ha dejado de existir, la clase
trabajadora no ha sido "institucionalizada" ni asimilada por la
automatización, como muchos afirman. Pero ciertamente los tiempos son
diferentes. No vivimos en sociedades agrarias semiindustriales, no basta
simplemente tomar la tierra y las fábricas como propusieron nuestros
compañeros hace un siglo. La socialización que debe producirse hoy es
más amplia, las cuestiones que una revolución estará llamada a
gestionar, como por ejemplo: Las nuevas tecnologías y la energía son más
complejas. Estamos hablando, pues, de la necesidad de un programa
revolucionario moderno que contenga respuestas sostenibles a todo esto.
Ahora entramos en cuestiones igualmente difíciles. ¿Qué caminos debemos
tomar para que el programa revolucionario sea realista para cada vez más
personas de la clase obrera, de las capas populares pobres, etc.? ¿Cómo
se implementará y a través de qué proceso?
Debemos aclarar lo siguiente: El derrocamiento del orden de cosas
existente y su sustitución por una nueva organización social de vida
colectiva sólo puede ocurrir de manera revolucionaria. La revolución no
es un proceso en el ámbito del "espíritu", un asunto individual de cada
uno "para hacernos mejores". Parafraseando a Bakunin, revolución
significa guerra. Es el proceso por el cual la nueva sociedad, nacida
dentro del cascarón de la antigua, se enfrenta para sucederla. Así pues,
por revolución no entendemos "estructuras de autogestión", una
transformación moral de las relaciones sociales, la creación de "islas"
y "comunidades" de libertad en las que experimentaremos idealistamente
la anarquía en el aquí y ahora. Esta concepción de la revolución, en
nuestra opinión, es una distorsión de lo que significa construir
contraparadigmas y una "nueva sociedad dentro de la cáscara de la
vieja", así como una distorsión de lo que realmente son las revoluciones
dentro de la historia social y de clases. En nuestra opinión, esta
percepción no es revolucionaria sino la definición de alternancia. En
realidad, esta percepción propone la creación de un universo paralelo
que coexiste con la barbarie estatal y capitalista y no pretende
derrocarla, sino sólo crear ilusiones expansivas sobre la posibilidad de
una vida supuestamente "no convencional" dentro de lo existente.
Para construir una nueva sociedad, para emanciparnos de las ataduras del
Estado y del capital, es necesario romper esas ataduras, de las que no
nos liberaremos por la gracia del Estado y del poder capitalista. Por
eso es necesario aplastar el mecanismo armado de protección de nuestros
explotadores, apoderarse de sus bastiones, apoderarse de los centros de
toma de decisiones. Sin la destrucción del Estado y del capital, no
tiene sentido hablar de revolución.
Y si a algunos camaradas esto ya les parece cercano a la imaginaria
"noche de la ocupación de los palacios", refutémoslos enseguida.
Bakunin, a quien hemos citado, no sólo dijo que revolución significa
guerra. También se pronunció en contra de la revolución que se lleva a
cabo por "decretos". Todos nuestros clásicos se opusieron a la idea de
una "revolución política" y propusieron una revolución social. En la
práctica, esto significa que la revolución no es sólo el "momento" de
explosión, ni que la revolución la hacen sólo combatientes organizados,
una vanguardia o un ejército de la élite revolucionaria en la línea del
ya superado "blancismo".
Así que ciertamente no creemos en una revolución que se lleva a cabo
gracias a una organización política que viene de fuera y tira de los
movimientos de la mano. Por eso no creemos que 2010-12 haya sido una
oportunidad perdida para la revolución, sino más bien una oportunidad
para construir un movimiento revolucionario libertario que, si hubiera
nacido entonces, hoy sería diferente. En 2010-12 no sólo faltó
organización política, sino también un programa y un plan de acción.
También faltaba la organización de clase, faltaba la conciencia
revolucionaria de clase en el llamado "movimiento antimemorando",
faltaban las estructuras y los órganos de autogestión social, las
células de la nueva sociedad.
Una organización política no es suficiente para provocar la revolución,
ni una "revolución política" tiene relación alguna con lo que la
tradición anarquista ha propuesto como revolución. La revolución social
no consiste simplemente en que los revolucionarios se "precipiten" a un
trastorno social. Sin embargo, por mucho que estemos en desacuerdo con
una invocación de la revolución que tenga en cuenta sólo su versión
armada o su parte "política", estamos aún más en desacuerdo con la
percepción de la revolución, de manera general y vaga, como un proceso
de "construcción de una nueva sociedad sobre la cáscara de la vieja" que
no tenga en cuenta que sin el conflicto, sin el estallido
revolucionario, esta "nueva sociedad" simplemente será asimilada o
suprimida por la "vieja" (la existente).
Esto nos lleva a dos preguntas clave. En primer lugar, la cuestión de
quién hace la revolución o, en otras palabras, la cuestión del sujeto
revolucionario. La segunda es la construcción de "paradigmas", la
construcción de estructuras celulares que prefiguran la nueva sociedad o
lo que históricamente se ha llamado "la construcción de la nueva
sociedad dentro de la cáscara de la vieja". Trataremos brevemente ambos
temas y si es necesario volveremos a la discusión, porque si
desarrollamos planteamientos exhaustivos, no nos alcanzará el tiempo
durante toda la velada.
En primer lugar, la cuestión del sujeto revolucionario.
¿Quién está haciendo la revolución?
Si negamos la revolución política, es decir, si negamos que el sujeto
revolucionario sea el sujeto político que "se levanta" (en nombre del
"pueblo" o de la clase obrera), entonces ¿quién hace la revolución? ¿La
sociedad en general? ¿Pueblo? Estos conceptos son, por su propia
naturaleza, interclases y abarcan intereses sociales en pugna si los
tomamos como universales sin otras calificaciones. Entonces, ¿el
"individuo" y todos los "individuos" tienen "conciencia revolucionaria"?
Pero ¿qué conciencia revolucionaria pueden tener los "individuos"
separados, y qué es la "conciencia individual" sino la ideología
burguesa del individuo en sus diversas versiones (siempre
individualistas)? ¿Puede haber conciencia revolucionaria si no hay
conciencia de clase? Nuestra opinión es que no, ya que pensamos que no
es la respuesta a la pregunta en toda la tradición anarquista (excepto
en su vertiente individualista y de estilo de vida, que de todos modos
niega la hipótesis de la revolución).
El sujeto revolucionario es un sujeto colectivo y no una articulación de
individuos y sus "ideas". En primer lugar, el sujeto revolucionario es
el sujeto de clase: es la clase obrera y sus capas aliadas, junto con
todos aquellos que se identifican con sus intereses y los adoptan, a
saber, el cese de la explotación del hombre por el hombre. El movimiento
anarquista es un producto de la lucha de clases y del movimiento obrero
del siglo XIX. Lo que pretende es que la clase a la que él pertenece se
rebele y no que ésta se rebele en nombre propio, por separado. Los
anarquistas se rebelan como parte del sujeto revolucionario de clase y
no como un sujeto político separado.
Sin embargo, la revolución no puede ocurrir por sí sola,
espontáneamente. Si creyéramos en tal cosa, no tendría sentido ser
anarquista; el propio desarrollo histórico traería la anarquía y una
sociedad sin clases. Si somos anarquistas es porque creemos que como
parte de nuestra clase, tenemos un papel político y revolucionario que
desempeñar para su liberación y en consecuencia para la liberación de
toda la sociedad. Las ideas -como las nuestras, las anarquistas- son
necesarias para la Revolución Social. Sin ellos no se puede imaginar el
mundo que la Revolución construirá. Pero no debemos olvidar nunca que
las ideas y la conciencia no dan origen al sujeto revolucionario: las
ideas revolucionarias tienen como base las condiciones materiales
objetivas de la existencia. Son estas las que constituyen a los sujetos
revolucionarios dentro de la historia, las ideas que los equipan.
Aquí llegamos también a la cuestión del dualismo organizacional,
cuestión por excelencia que está vinculada a las opiniones expresadas
por la Plataforma DeloTruda. El dualismo organizacional o lo que a
menudo definimos como "niveles distintivos de organización" significa la
necesidad de organizarnos tanto como anarquistas (a nivel político) como
parte de nuestra clase (a nivel de clase). Es este "dualismo" el que
responde tanto a la cuestión de la revolución política o social como a
la cuestión del sujeto. Si sólo creyéramos en una revolución política,
sólo nos organizaríamos como anarquistas, posiblemente para tomar el
poder político y "dárselo" al pueblo. Si creyéramos que el desarrollo de
la lucha de clases es suficiente para la revolución, consideraríamos que
basta con la organización económica y de clase, como proponen los
compañeros anarcosindicalistas, o que deberíamos crear muchas
comunidades dentro de la existente que, al multiplicarse, transformarán
simultáneamente el núcleo de las relaciones sociales. No creemos en nada
de esto.
El dualismo organizacional es importante por dos razones. En primer
lugar, en cuanto al nivel político, porque como anarquistas, si queremos
que nuestras ideas y proyectos determinen la lucha social y de clases,
debemos estar unidos en torno a posiciones específicas y en torno a un
programa específico, que se expresen dentro de una organización
puramente anarquista que las propague y luche por su amplia difusión y
arraigo. En segundo lugar, respecto al nivel de clase, porque nuestra
clase, tanto en el ámbito del trabajo como a nivel social (en el barrio,
etc.), debe organizarse de forma independiente y sin tutela. Es
importante participar en organizaciones de masas, por supuesto no por
razones de patrocinarlas o simplemente para propagar nuestras posiciones
e ideas, sino precisamente porque nosotros, en primer lugar, somos parte
de los explotados y debemos ser parte de su organización independiente y
autodirigida.
Por último, digamos algunas palabras sobre la cuestión del "paradigma",
de las "estructuras" y de la "construcción de una nueva sociedad sobre
la cáscara de la antigua". De hecho, si queremos una nueva sociedad,
debemos construir sus bases aquí, inmediatamente, ahora. Cuando decimos
que no basta una organización política para que se produzca la
revolución, queremos decir precisamente que se necesita tanto la
organización social como la de clase, que a partir de hoy comenzará a
construir la nueva sociedad. La pregunta es ¿cómo?
En lo que hoy llamamos "estructuras" o "antiestructuras" vemos muchos
aspectos positivos y muchos negativos. En cualquier caso, sólo podemos
evaluar como positiva la acción de los grupos sociales en la creación de
estructuras médicas, cocinas colectivas o nuestras prácticas como la
ocupación de edificios (aunque no es la panacea, la cuestión de la
evaluación es lo que se hace dentro de un edificio y no sólo la
"relación de propiedad"). Por otro lado, no vemos exactamente cómo se
crea una nueva sociedad a través de empresas cooperativas o acciones de
reparto de alimentos con interminables flashes cayendo sobre bolsas de
papel para luego promocionar grupos políticos, o qué utilidad tiene
fotografiar a personas sin hogar que acaban de recibir una ración de
comida. Tampoco creemos que podamos derrocar la educación urbana
dominante si impartimos clases de autoformación en nuestros espacios o
si creamos unos cuantos grupos culturales contra el arte de consumo
mercantilizado. Estamos completamente a favor de estos proyectos, pero
no vemos cómo constituyen las bases de una nueva sociedad.
En nuestra opinión, deberíamos presentar un plan que pueda conectar una
serie de estructuras y proyectos y realmente desarrollarlos hasta el
nivel de imaginar una nueva sociedad, y deberíamos hacerlo seriamente. Y
este plan debería ser parte de nuestro programa revolucionario o
contrapropuesta: ser parte de su aplicación inmediata. En efecto,
necesitamos edificios y espacios socializados, necesitamos escuelas y
centros sociales libertarios, necesitamos clínicas sociales y
estructuras de gestión colectiva y de ayuda mutua. Así como también
necesitamos sindicatos obreros de base que mañana asuman la dirección de
la producción, así como necesitamos asambleas populares en cada barrio,
así como necesitamos comités de socialización de parques, terrenos,
edificios y estructuras de autodefensa que los custodien.
Para que todo lo anterior se haga realidad, necesitamos organización,
mucho trabajo y unión de fuerzas. Necesitamos un plan y un programa
revolucionarios, así como la comprensión de que sólo a través de la
revolución puede surgir una nueva sociedad. De lo contrario, todo lo que
construyamos, podemos perderlo de la noche a la mañana y, peor aún,
quejarnos del malvado gobierno que nos lo quitó, como si la cuestión
fuera simplemente "existir" como un microcosmos al margen de la sociedad
y el Estado nos "permitiera" existir. Construir una nueva sociedad es un
asunto de los propios trabajadores y de todos los explotados, no de
islas que nosotros como anarquistas construiremos para nosotros mismos,
para gastarlo "de manera no convencional" después de 10 horas de
esclavitud asalariada. En cualquier caso, debemos simplemente ayudar en
esta dirección de creación de estructuras, contraparadigmas y células de
la nueva sociedad, pero al mismo tiempo con nuestra lucha política y el
esfuerzo por ganar terreno para la perspectiva revolucionaria como una
necesidad y como la única solución y salida a la barbarie del
capitalismo y el Estado.
¿Qué tipo de organización queremos?
Concluiremos nuestra presentación con nuestra propuesta sobre la
cuestión de la organización anarquista. Una organización que, como ya
hemos dicho, debe construirse en torno a un programa revolucionario, en
torno a un método común de acción y promoción, en torno a principios
ideológicos específicos y claros y en torno a un conjunto de posiciones
políticas y direcciones militantes, tácticas y estratégicas comúnmente
consensuadas.
La organización anarquista que proponemos tiene como célula núcleos
regionales primarios y no colectivos y grupos como los conocemos en el
espacio anarquista en Grecia hoy. Si en la década anterior decíamos que
la brecha entre grupos y compañeros no organizados era grande, ahora es
caótica. No hay un número suficiente de colectivos ni el nivel de
acuerdos para un nuevo esfuerzo de federalización. Más allá de eso, no
estamos de acuerdo con este modelo en sí, y si nos preguntan, lo
explicaremos en la discusión que sigue.
Estamos de acuerdo, sin embargo, en el federalismo y lo reconocemos como
pilar de una organización en el presente y como característica de la
sociedad por la que luchamos. No creemos en un tipo de organización
centralizada. Por lo tanto, los núcleos de regiones y lugares, en los
que vemos las células de una nueva organización anarquista, deben ser
federalizados: a nivel suburbano y regional, a nivel de ciudad y a nivel
nacional.
En pocas palabras, cada región es un núcleo anarquista y cada suburbio o
ciudad es una federación de núcleos (por ejemplo, organizados en
distritos). En ciudades pequeñas, pueblos y, con suerte, aldeas, podría
haber un núcleo que esté conectado regionalmente con ciudades vecinas o
que forme una región propia (por ejemplo, en pueblos pequeños).
Los núcleos de la organización tendrán acción autónoma a nivel regional
y de ciudad y serán coordinados a nivel secundario en los suburbios y
regiones. Cada núcleo designará representantes electos y revocables
cíclicamente para un tercer nivel, en un órgano político unificador
central (por ejemplo un consejo político o un comité de coordinación).
El órgano central panhelénico será una expresión de los núcleos, será su
punto de unión.
La estructura organizativa que describimos asegura tanto el carácter
unificador de una organización anarquista, como su federalismo y
características antijerárquicas. Porque hay que decir que la crítica
común de que "la organización trae jerarquías" es quizás uno de los
mayores mitos cinematográficos. Sólo hay que ver cómo funciona una
"asamblea abierta", en la que unos pocos deciden (o los grupos han
decidido de antemano el marco "por el que pasarán") e imaginar cómo
decidiría una organización anarquista, cuyas decisiones se tomarían
desde abajo (desde los núcleos) hacia arriba (en las regiones y la
coordinación).
Preguntémonos también cuáles son los límites de la acción de una
asamblea abierta de 50 o 100 personas que se unen sólo en función de un
acontecimiento actual, sin un marco real de objetivos y posiciones que
las una y sin compromisos, y contrastémosla con la acción de una
organización de cientos y después de miles y lo que ésta puede realmente
hacer y lograr. Está claro que la informalidad no puede reivindicar la
eficacia. Es simplemente lo "más fácil".
En cualquier caso, para que este modelo organizativo que proponemos
funcione "idealmente", esta organización debe basarse en acuerdos
sólidos y no ser una organización sintética de inercia ideológica.
Es por esto que, después de todo, abogamos por la organización de la
"tendencia" como la que defienden los anarquistas de DeloTruda a través
de la "Plataforma" y no la organización multi-tendencia que está
condenada a degenerar por el canibalismo, la inmovilidad militante
debido a las contradicciones en los objetivos, la autorreferencialidad
y, en última instancia, las jerarquías o la disolución.
Digamos, en este punto, volviendo al "aquí y ahora", que si
consideráramos que existían condiciones para la constitución de una
organización anarquista con las características antes señaladas, ya
habríamos tomado iniciativas pertinentes. Sin embargo, lo último que
querríamos hacer es formar una organización-sello con pocos miembros. La
organización no es nuestra obsesión ideológica; si lo fuera, ya
estaríamos encaminándonos hacia su formación, sólo para satisfacernos.
En nuestra opinión es una necesidad histórica para el movimiento
anarquista, la organización, somos optimistas que el camino hacia ello
se abrirá pronto y los mensajes que estamos recibiendo últimamente son
muy positivos. Sin embargo, el debate debería abrirse más, más
compañeros deberían involucrarse y, paso a paso, cada vez más personas
deberían adoptar la necesidad de esta perspectiva.
Las iniciativas que deben tomarse inmediatamente deben estar encaminadas
a generar una dinámica en torno a la perspectiva organizativa, para
poder "abrir" la cuestión organizacional prácticamente, a nivel nacional.
Para nosotros es necesario formar inmediatamente un nuevo polo del
movimiento, formado por grupos colectivos y compañeros que estén de
acuerdo en que la organización es una necesidad. Debemos entrar en
contacto, conversar, coordinarnos y crear formaciones de combate comunes
enfocadas a las grandes batallas que deben librarse en todos los campos
de lucha de nuestros tiempos. En nuestra opinión, este polo debería
formarse independientemente de si todos estamos de acuerdo exactamente
en la cuestión de la organización y de si todos avanzamos juntos hacia
ella. La unificación y cooperación de cada vez más compañeros que se
reúnen sobre la base de acuerdos comunes será un paso importante para
dar forma a algo más sano dentro del espacio anarquista, fuera de las
colaboraciones informales y desechables, las formaciones heterogéneas,
las alianzas oportunistas por el "pan y espectáculos" internos y las
monstruosidades ideológico-políticas que hemos visto en los últimos años
bajo las firmas de "anarquistas y comunistas".
Consideramos también necesario instar a cada vez más compañeros a
organizarse, aunque sea a un primer nivel. Deberían dejar de movilizarse
como "individuos" sin responsabilidades políticas. En primer lugar, para
que ellos mismos puedan contribuir a los acontecimientos políticos, para
que puedan tomar iniciativas y no simplemente seguir los llamados de los
demás. No es posible, por un lado, decir como anarquistas que estamos en
contra de confiar nuestras vidas a otros y, por otro lado, no
organizarnos y confiar a otros que muevan los hilos de nuestro espacio
político.
Más específicamente, respecto a la perspectiva organizacional, nuestra
visión es que quienes tenemos acuerdos no debemos simplemente
declararlos a nivel teórico o esperar el momento de una convocatoria
organizacional para reunirnos. Debemos colaborar inmediatamente y, a
través de esta asociación, debemos crear las condiciones que permitan
dar el siguiente paso.
El movimiento anarquista a nivel internacional se encuentra en un punto
de inflexión histórico crítico. Tiene que elegir entre dos caminos. El
primero es el de la protesta, del estilo de vida poco convencional de
los individuos, del alternativaismo y a veces del agitador detrás de
movimientos en los que él no constituye más que una cola ruidosa. Este
camino conduce a la derrota y al retroceso, tanto a nivel numérico como
a nivel de influencia social y de clase. Si eso es lo que queremos, no
necesitamos cambiar nada en absoluto. El segundo camino es el de una
contribución militante y dirigente a la lucha social y de clases, sobre
la base de un plan revolucionario de derrocamiento. El final de este
camino es el triunfo de la Revolución Social, el triunfo de nuestras
propuestas justas, oportunas e históricamente imperativas. Si queremos
tomar el segundo camino, ciertamente es accidentado y tiene terribles
dificultades, pero es el único victorioso. Está en nuestras manos qué
tipo de movimiento tendremos y en qué tipo de sociedad viviremos.
INICIATIVA DE LOS SANTOS ANARQUISTAS DE ANARGYROS - KAMATEROS
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