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(ca) Spaine, LISA, Regeneration: Potencias Del Movimiento LGTBIQ (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]
Date
Fri, 18 Apr 2025 09:44:34 +0300
Indice: ---- Esencia vs potencia ---- La cuestión del desarrollo
político ---- No es el espacio, es el momento ---- Una estrategia
transformadora ---- Hemos comenzado un nuevo año y es momento de
establecerse propósitos y planificar lo que vendrá. Para las militantes
implica marcar en la agenda y comenzar con los preparativos de unas
cuantas citas de lucha ineludibles: el 1º de mayo, el 8 de marzo o el 25
de noviembre. Una de esas fechas claves es el Día Mundial del Orgullo
LGTBI. Para nosotras, el Día del Orgullo Crítico, como contramarcha
combativa a la irrupción y contaminación de los movimientos sociales por
parte del neoliberalismo.
No sabemos si este 28 de junio "las asistentes serán 20 o 25 mil
personas". Lo que sí sabemos es que la cifra no va a moverse, no va a
aumentar, tampoco sus lemas van a ser más combativos si no recogemos el
órdago que Charlie Moya nos lanzó el año pasado en ¿Por qué el
movimiento LGTBIQ+ debería disolverse? Contra el efecto pacificador de
la izquierda. Más tarde, volvió a sorprendernos con Orgullo Crítico,
Orgullo Cómodo", un texto aún más afilado. Con estos dos artículos, el
autor ha abierto algunos de los debates más controvertidos que
encontramos hoy en cualquiera de los movimientos sociales del estado
español y que tomaremos para la discusión. Por un lado, el problema del
sujeto político y su composición, que en el ámbito de las luchas LGTBIQ+
se materializa en la distancia entre el movimiento y el colectivo en un
sentido más amplio. Por otro, la cuestión del programa político y la
articulación entre demandas mínimas y demandas revolucionarias, además
de sugerir una propuesta política que nos atrevemos a definir como un
autonomismo queer con perspectiva de clase. Tomaremos cada una de estas
claves analizando las palabras del autor a partir de nuestras propias
posiciones políticas.
Con todo, agradecemos la valentía con la que Moya ha asumido debates que
normalmente se limitan a espacios más acotados. También agradecemos a
Zona Estrategia su publicación, creemos que la mejor forma de felicitar
a las compañeras de esta revista y a Charlie Moya es generando una
respuesta que parta desde la honestidad y el respeto. Esperamos con esto
que el debate estratégico y la práctica política avancen en una
dirección con mayor potencial emancipador.
Esencia vs potencia
Uno de los temas centrales que creemos que desarrolla Charlie es que el
movimiento LGTBIQ+ está formado en su mayoría por clases medias que no
tienen problemas reales, lo que genera un espacio político reformista.
Ante esto, parece concluir que la composición de los grupos debe cambiar.
La composición de los movimientos sociales no se puede escoger, igual
que no se puede escoger a qué clase se pertenece
Antes de entrar en estas cuestiones, queremos señalar que la definición
que usa Moya para clase media es, cuanto menos, controvertida. El
término "clase media" no es sociológico, ni siquiera económico: es
político. De hecho, es un efecto despolitizador que crea
desproletarización y que debemos combatir y revertir. En palabras de
Emmanuel Rodríguez: "el carácter político de la clase media lo es así
por partida doble: como intervención política del Estado y como negación
de la división fundamental en clases sociales". Dicho esto, la
composición de los movimientos sociales no se puede escoger, igual que
no se puede escoger a qué clase se pertenece; es la que es y varía en
función del contexto en el que se desarrolla.
Lo que parece plantear Moya es que mientras que la clase media
(mayoritaria) -que no sufre situación de emergencia vital ni exclusión-
monopolice los espacios de lucha y deje de lado las demandas de la clase
trabajadora -compuesta por los sectores más precarizados y en exclusión
casi total con situaciones de emergencia-, los espacios nunca superarán
las posiciones reformistas e integradoras. Esta forma de entender los
espacios termina por basar las clases y sus fracciones en esencias. Los
que sufren quieren el cambio y la revolución, los que tienen un cierto
acomodo lucharán por objetivos más bien pactistas. Suponiendo que esto
fuese así, la solución no sería expulsar a las personas en situación de
cierto acomodo, sino acoger a la clase obrera y asumir sus
reivindicaciones. La Historia nos ha demostrado que la conciencia
revolucionaria no brota de los espacios más afectados por la explotación
y el dominio; el potencial emancipador es el resultado de un proceso de
lucha consciente. En cualquier caso, para nosotras, esta dicotomía entre
clase media reformista y clase obrera revolucionaria no logra esclarecer
los complejos procesos de concienciación y de desarrollo político,
porque el problema es, en realidad, una cuestión de acción política y no
de esencia.
Afirmar que de los sectores más precarios nacen las demandas más
combativas que superan a las luchas parciales, no se acerca a la
realidad. La clase obrera en su conjunto, tanto los sectores
desfavorecidos como los integrados, tiene el potencial de protagonizar
luchas más o menos radicales según qué línea política se haga
hegemónica. Es decir, según la postura política que impere. Hoy, la
tarea de la militancia revolucionaria es potenciar lo más combativo
haciendo frente a lo pactista, generando acumulación real de fuerza
efectiva a través de la creación de organizaciones con independencia
política y estratégica que superen la sectorialización -pero esto ya es
otra película-. La clave es la línea política y estratégica, no la
composición.
Dentro de los movimientos debemos detectar y combatir con debate
estratégico a los sectores pequeño burgueses que se instituyen como
burocracias al servicio de sí mismas
Hemos caído en la trampa de pensar que aquellas personas que no están en
situaciones de emergencia total han logrado escapar de la clase
trabajadora aceptando acríticamente los parámetros que nos marcan.
Dentro de los movimientos debemos detectar y combatir con debate
estratégico a los sectores pequeño burgueses que se instituyen como
burocracias al servicio de sí mismas, de su proyecto de vida personal.
El combate no es de criba es de lucha política y estratégica. Dejemos de
hacerles el juego y revirtamos la desproletarización.
La cuestión del desarrollo político
Para Moya, emplear ese impulso anual de 20 millares de personas en
lograr la asimilación y la visibilización del colectivo LGTBIQ+ es
derrocharlo. Por tanto, propone que se abandonen las demandas mínimas y
se aproveche esa "fuerza revolucionaria" para alcanzar la emancipación
colectiva. Pero ¿iría el mismo número de personas si las reclamas se
vuelven opuestamente radicales e ignoran sus problemas reales?
Pretender eliminar una demanda por integradora o parcial anula un
espacio amplio de actuación
En primer lugar, la búsqueda -y la obtención- de derechos básicos o
mínimos no es por definición algo fútil. Partimos de la base de que la
mayoría de las personas no se inicia en las luchas sociales por su
potencial transformador radical de la realidad. Una gran parte se une
cuando surge un problema común o cuando tiene una necesidad concreta que
ya se está tratando en los movimientos sociales, por ejemplo, la
violencia hacia personas del colectivo LGTBIQ+. Es lo más básico, lo más
vital, lo que pone en contacto a la gente con los movimientos sociales.
Pretender eliminar cualquier demanda por integradora o parcial anula un
espacio amplio de actuación. Además, y siendo sinceras, a veces son las
pequeñas victorias las que impiden que las fuerzas y el ánimo decaigan.
En segundo lugar, las demandas mínimas no deben ser pedir y esperar,
deben ser exigir y conquistar. Las concesiones son beneficios mínimos
que a las instituciones no les genera problemas ofrecer, pero las
conquistas deberían ser reclamaciones que vayan un paso más allá. La
tarea es conseguir superar la lucha por lo parcial y generar un puente
con un proyecto anticapitalista, lo que sin duda pasa por construir
modelos de autoorganización con una perspectiva de clase.
Para superar la falta de estrategia se suele proponer la filiación a un
partido vertical o se ofrece la promesa de un líder mesiánico
Por varias razones, la experiencia nos hace desconfiar de cualquier
sujeto que sostenga una bandera revolucionaria con un programa inflamado
sin una ruta que nos haga llegar hasta él. Primero, porque se asemeja
más a una pseudoradicalidad más performativa que real. Segundo, porque
para superar esa falta de estrategia se suele proponer la filiación a un
partido vertical o se ofrece la promesa de un líder mesiánico -no más,
gracias-. Y la tercera razón por la que desconfiamos es por
responsabilidad política; sin estrategia perdemos y se producen
reacciones y reflujos. Si algo hemos aprendido de este último ciclo
político es que no podemos "hacer por hacer".
Para nosotras, el quid aquí es la articulación de lo mínimo y lo máximo.
Son las demandas mínimas las que mueven a una gran parte de la población
a participar en entornos de lucha y, además, dan aliento a las que ya
nos encontramos dentro de espacios militantes. A partir de estas, la
tarea es llevar estos espacios a un nivel más alto de combatividad y
autoorganización. En esta pelea estratégica evidenciaremos quiénes son
los sujetos revolucionarios que están por la clase obrera y contra
quiénes hay que orientar las fuerzas, crearemos espacios de
autoorganización y experiencia y, con ello, señalaremos los problemas
subyacentes que marquen con claridad las estructuras de opresión y
explotación y al sistema en su conjunto, permitiendo pensar que otro
mundo es posible. Nosotras defendemos la necesidad de construir
organizaciones revolucionarias de carácter libertario con unidad de
análisis, de estrategia y de acción que puedan enfrentar a los agentes
reformistas, autoritarios o a la pequeña burguesía burocrática y aportar
todo lo posible para el desarrollo de los movimientos de lucha.
No es el espacio, es el momento
Para finalizar, queremos abrir el debate sobre la propuesta política de
Moya. En realidad, hemos abordado esta discusión en diferentes artículos
como este, o este, donde explicitamos los límites de la estrategia de la
autonomía, tenga o no, perspectiva de clase. Vaya por delante que no
negamos la necesidad de espacios donde encontrarnos, reunirnos o
desarrollar la militancia, pero la obsesión por el espacio, por la idea
casi física y fetichizada de tejer, nos está llevando a caer en los
mismos errores que arrastramos desde hace décadas. Liberar CSO o ateneos
no dota a los sujetos de una conciencia, un hacer y una práctica
revolucionaria, pero sí nos brinda una táctica valiosa si se supedita a
una estrategia desarrollada.
Tenemos que estar dispuestos, como nos enseñó el 15M, a que los procesos
sociales ignoren nuestros espacios simplemente porque no les resulten
interesantes
La estrategia autonomista ha evidenciado que, además de las limitaciones
revolucionarias, no se pueden construir las luchas a través del
voluntarismo y la participación cuasi obligatoria e idealizada. Tenemos
que estar dispuestos, como nos enseñó el 15M, a que los procesos
sociales ignoren nuestros espacios simplemente porque no les resulten
interesantes para el desarrollo de sus luchas y, por tanto, estar
decididos a desplazarnos allí donde se produzcan. Lo que se puede
desarrollar no son los lugares, son los momentos de quiebre a través del
enfrentamiento contra desvíos y cooptaciones que impidan la construcción
de una organización amplia y fuerte capaz de acoger una estrategia para
la emancipación. Como dijo Walter Benjamin: "en realidad, no hay un
instante que no traiga consigo su oportunidad revolucionaria". Es en la
palabra "oportunidad" donde está la clave de su reflexión.
Como queda patente discrepamos profundamente de la idea de que "la
revolución estaba en las sombras". No negamos su potencial disruptivo
contra el obligatorio sentido heteronormativo o la capacidad para
ofrecer entornos seguros donde se puedan desplegar las necesidades de
nuestras compañeras libre de amenazas y agresiones. Pero nos preguntamos
si dar tanta importancia a los espacios de experimentación y de supuesta
construcción de subjetividades alternativas no es lo que ha traído el
giro de guión hacia el "identitarismo en los movimientos sociales con
una falta asustadora de discurso de clase" que el propio Moya denuncia.
Una estrategia transformadora
Cuando nuestra organización realiza un análisis de los espacios
políticos y de los movimientos sociales y de lucha no es para detectar
su esencia, sino para intentar desvelar su potencialidad. Intentamos
reconocer la oportunidad y luchamos porque se convierta en más combativa
y revolucionaria y 20 o 25 mil personas es un número nada desdeñable en
el que deberíamos pensar como potencial político.
Estos apuntes son válidos para el total de los movimientos sociales. Las
preguntas aquí serían cómo ampliar sus bases, cómo articular las
demandas en una estrategia revolucionaria, cómo superar a los agentes
burocratizantes y desmovilizadores, cómo plantarles cara y vencer las
que queremos cambiarlo todo. Si recogemos el órdago con todos los
riesgos que conlleva es porque sabemos que, a pesar de las diferencias
que podamos encontrar, Charlie Moya tiene exactamente los mismos
objetivos y solo el debate profundo y honesto nos puede acercar a que se
cumplan. Por eso tomamos su palabra y esperamos que más compañeros y
compañeras se sumen a este debate estratégico imprescindible si de
verdad queremos acabar con cualquier forma de dominación.
Carla Morato, militante de Liza
https://www.regeneracionlibertaria.org/2025/03/04/potencias-del-movimiento-lgtbiq-por-una-estrategia-socialista-revolucionaria/
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