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(ca) Italy, Umanita Nova #7-25 - Una pantalla que somos nosotros - La recuperación de Cinema Cielo de Danio Manfredini (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Tue, 15 Apr 2025 09:04:13 +0300


Es necesario hacer un balance de algo que no sucede muy a menudo en la vida de un simple apasionado del teatro como yo, cuando se encuentra sentado en las butacas de los teatros italianos desde hace ya medio siglo, si no me falla la memoria: hablo de volver a ver, por tercera vez, un espectáculo de un importante actor y autor italiano, la reposición de un trozo de historia de nuestro teatro contemporáneo, Cinema Cielo de y con Danio Manfredini. Un espectáculo que ganó el premio Ubu en el lejano 2004, que vi por primera vez después de su preestreno en el festival de Santarcangelo en 2003, cuando se presentó en esa temporada teatral en el entonces Elfo de Milán, hoy Teatro Menotti.

La impresión en ese momento fue devastadora, y no solo para mí: recuerdo muy bien las decenas de minutos de aplausos atronadores de los espectadores que en su mayoría -incluido yo- tenían lágrimas en los ojos, con Danio y los otros tres actores obligados a volver al escenario no sé cuántas veces, pero la ovación duró al menos tres cuartos de hora, porque nadie se atrevió a irse, a dejar de aplaudir. El espectáculo, obviamente, no ha permanecido exactamente igual que en su momento, ni su impacto ha permanecido igual que hace veinte años, porque los tiempos han cambiado, ha habido carreras diferentes y aventuras diferentes para los cuatro protagonistas, pero en definitiva ha perdido muy poco de su profundidad poética, actoral, sonora y literaria, incluso para un espectador que ha vivido todos los años que han pasado durante su mutación como yo. He hablado de nivel sonoro, porque, junto al nivel visual y al actoral, en este espectáculo no se puede poner en segundo plano la banda sonora, tomada directamente del espectáculo original de Sant' Arcangelo, que no ha sufrido ningún cambio, ni siquiera en mi visión de hace unos días en Sarzana, en la gira que está ahora en marcha, que la traerá de vuelta también a la sala donde la vi por primera vez.

En Cinema Cielo el espectador encuentra en escena la sala del histórico cine rojo homónimo de Milán, antaño situado en Viale Premuda: se encuentra delante de las butacas, algunas ocupadas por maniquíes, atravesadas por diversos personajes que viven su existencia extrema en busca de placer sexual, de un refugio de la vida exterior, de una ilusión de amor, mientras en la pantalla se desarrolla una película que sin embargo somos también nosotros, sentados allí en la platea observándolos, como voyeurs observados por los personajes que miran hacia nosotros; Un microcosmos alucinatorio y, sin embargo, desesperadamente poético. Además de ver, podemos escuchar el sonido de varias voces en off que pertenecen a esta historia, más la banda sonora de una película imaginaria que los personajes están viendo y que sigue la trama de Notre Dame de Fleurs de Jean Genet, texto del que Danio varios años después Cinema Cielo también extrajo una hermosa lectura amenizada por la visión de sus dibujos; Entre otras cosas, este espectáculo termina ahora con la visión de un dibujo de Danio que aparece en la cortina del final, donde se ve la foto del verdadero Cinema Cielo al principio. Hay, sin embargo, una diferencia entre las aventuras de Divino en la novela de Genet y las del travesti misionero del amor, interpretado por Danio en el escenario, que se mueve con sus pequeñas alas sobre tacones altos.

Divina, Notre Dame de Fleurs, sus amigos continúan su vida fuera de los patrones normales hasta la tragedia final y este otro mundo es trascendido por Genet como un ejemplo de una moral nueva y sobrehumana, mientras que la serie de eventos mostrados en el espectáculo de Danio no alcanza esta dimensión de exaltación, sino que arrastra a todos los personajes a una especie de éxtasis de comprensión humana que, paradójicamente, es casi mística, especialmente en las aventuras sexuales del travesti, narradas sin embargo en su diálogo directamente con Jesús, que también aparece (en la cruz) hacia el final: un Jesús de los suburbios, un Jesús de los últimos que - dice este personaje - no tiene la fuerza suficiente para llevarnos a todos en sus brazos, por lo tanto ya no tiene la fuerza para salvarnos.

¿Cómo fue entonces mi experiencia como espectador en el tercer visionado del espectáculo que reencontré con los actores, con otro yo, a través de las décadas, después de haberlo llevado dentro de mí con la intensidad del recuerdo, pero también con la mirada cambiada con el cambio de los cuerpos puestos en escena, los reales de los actores, los de los maniquíes, los evocados por las voces de la narración de Genet, un texto que el yo-espectador también leyó y amó (mucho) en su lejana juventud?

Y es aquí donde se consume el éxito de esta repetición, en el reparto de nuevas emociones, quizás menos impactantes, pero igualmente poéticas, igualmente intensas y más maduras, acogidas en una nueva visión en la que el espectador mira esta muestra de humanidad y es casi alegóricamente observado por ella y por la sabia puesta en escena de Manfredini, así como por su actuación antinaturalista y la de los otros actores, desplegada en las palabras, en los gestos del andar de los personajes del protagonista "angelical" y de otras figuras que peripatéticamente recorren los pasillos del Cinema Cielo, como en una procesión alucinatoria, inmersos en un cuadro de luz, sonidos y canciones que dejan huella. Cuando esta música se desvanece, los aplausos se apagan, el espectador regresa a casa, bajo la lluvia, habiendo encerrado en su interior otra emoción y otra dosis de la poesía del teatro del gran Danio Manfredini.

Falco Ranuli

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