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(ca) France, OCL: FEMINISMOS EN ESPAÑA -- La hegemonía de las clases medias en el ciclo de movilizaciones feministas 2016-2020 (de, en, fr, it, pt, tr)[Traducción automática]
Date
Sat, 3 Aug 2024 07:24:53 +0300
En España, ¿habrían obtenido mucho las feministas, a través de sus
huelgas y movilizaciones, del Estado español que habría sido capaz de
responder, como pocos Estados en Europa, a sus demandas? ---- Un
texto[1]del Colectivo Cantoneras muestra que los resultados de estas
luchas beneficiaron principalmente al feminismo de clase media que ha
sido hegemónico en las movilizaciones de las últimas décadas. ----
Publicamos amplios extractos de este texto escrito por feministas de
clase y de transformación (Madrid)[2]
"Consideramos que los feminismos son plurales, con posiciones y
proyectos políticos llevados por actores muy diversos y que responden a
intereses de clase diferentes o incluso antagónicos. El feminismo de
clase implica que sólo dentro del marco de una transformación social
anticapitalista se puede mejorar la situación de las mujeres y de las
personas más desfavorecidas material y simbólicamente. Y en este
sentido, en los últimos años no ha habido avances significativos en la
redistribución de la renta y la propiedad, en la desmercantilización de
las condiciones de vida, ni en el ámbito del trabajo asalariado o de la
reproducción social[3], uno de los elementos centrales de las
reivindicaciones feministas.
2016-2020. El auge de las movilizaciones feministas
El extraordinario surgimiento feminista de los últimos años comenzó en
Polonia a finales de 2016 (huelga abortista). Entonces, el asesinato de
una joven en Argentina movilizó a miles de personas -manifestaciones
convocadas por Ni Una Menos (Ni una menos) (2015 y 2016)- contra la
violencia machista y el feminicidio. La lucha por los derechos sexuales
y reproductivos y la lucha contra la violencia contra las mujeres y por
la libertad sexual definen esta ola de movilización internacional.
El 8 de marzo de 2017 se lanzó la primera huelga feminista global
(participaron más de treinta países), que experimentó importantes
réplicas en 2018-19. Estas movilizaciones intergeneracionales masivas
han sacudido a sus respectivas sociedades a una escala sin precedentes.
La huelga también ayudó a generar una especie de "identidad feminista
común" o un sentimiento antisexista común. Fue importante para
transformar los elementos culturales de la relación entre los sexos,
reivindicar derechos aún por conquistar y fortalecer la capacidad de
lucha y la autonomía de las mujeres. Vale la pena mencionar la
visibilidad de las feministas en todas las áreas culturales:
multiplicación de personas en posiciones de poder que se afirman como
feministas; numerosos debates feministas en los principales medios de
comunicación y una mayor influencia de los paradigmas feministas en las
luchas y prácticas de transformación social (Rojava es uno de los
ejemplos más llamativos).
En España, como en regiones de América Latina, durante estas
movilizaciones y huelgas, los feminismos lograron "ir más allá" de la
cuestión sexual, o al menos no quedar presos de una victimización y una
posición de reivindicación de protección al Estado. Pudieron vincular la
lucha contra la violencia machista a otras violencias institucionales,
la pobreza, la prisión, el trabajo... Así, hicieron aparecer las
violencias patriarcales no sólo como ataques "hombres" contra "mujeres",
sino como consecuencia de la relación de dominación estructural que
coloca los cuerpos feminizados[4]en una posición de subordinación en la
escala del conjunto de la sociedad; del mismo modo que hicieron visible
el impacto de la división sexual del trabajo en las condiciones
materiales de vida[5].
Las transformaciones subjetivas provocadas por estas movilizaciones
también produjeron mejoras materiales: conciencia del aumento de los
propios poderes y capacidades de lucha; apoyo social a través de los
feminismos; cambio emancipador en los gestos cotidianos... Sin embargo,
estas herramientas, al parecer, han sido útiles principalmente para las
mujeres que se benefician de condiciones sociales favorecidas. Para
quienes se encuentran en situaciones de precariedad económica, social y
cultural, el cambio material requiere un enfoque colectivo y estructural
mucho mayor. El empoderamiento individual no es suficiente.
Cualquier acto sexual sin consentimiento explícito se reconoce como
violación, desde una "ley que garantiza la total libertad sexual"
(apodada "sólo un sí es un sí"), una medida aprobada en agosto de 2022 y
todavía minoritaria en Europa.
Hasta entonces, la noción de violencia o intimidación era necesaria para
calificar como violación. Esta cuestión estuvo en el centro del llamado
caso "Pack", la violación en grupo en 2016 de una joven durante una
fiesta en Pamplona (Navarra) por cinco hombres que habían sido
condenados en 2018 a nueve años de prisión, no por violación. sino por
"abuso sexual"; delito menor y no delito, que conlleva penas menos severas.
En el momento del juicio, la sentencia movilizó a decenas de miles de
mujeres en toda España, al grito de "Te creo, hermana mía", para exigir
un refuerzo del código penal. Ante estas reacciones indignadas, el
Tribunal Supremo español finalmente reclasificó los hechos en junio de
2019 como "violación en grupo" y aumentó las penas a quince años de
prisión. El gobierno socialista de Sánchez había prometido aprobar una
ley de consentimiento explícito cuando llegó al poder en junio de 2018.
Vemos tres límites principales al despliegue del feminismo transformador
Primer límite:
La cuestión de clase; La hegemonía de las clases medias.
El feminismo en España se presenta como interclasista, enmascarando las
diferencias de intereses entre las mujeres; pero dentro de él existe una
hegemonía definida por los intereses y la agenda de las mujeres de clase
media, como es el caso de otros movimientos.
Sin embargo, una larga tradición del feminismo demuestra que las
subordinaciones de género no pueden combatirse fuera de su constitución,
con clases y razas.
Precisamente porque experimentan menos opresión en las relaciones de
producción, las mujeres burguesas consideran la subordinación de género
como su principal problema. Buscan la igualdad con los hombres de su
clase e identifican el machismo como un límite a su avance social, al
tiempo que generalizan sus intereses como si fueran los de todos. El
resultado es la mistificación de un sujeto "mujer" homogeneizado, no
exento del esencialismo biológico.
Si analizamos las medidas y contenidos políticos que ocupan más espacio
mediático y social, vemos que los que se consideran los principales
logros feministas de este ciclo 2018-20 se han centrado en las
preocupaciones de las mujeres de clase media y superior. Dos de los
elementos centrales fueron las cuestiones de representatividad y el
techo de cristal, por lo que pretende facilitar la igualdad de las
mujeres mejor situadas socialmente con los hombres de su clase, en lugar
de favorecer una distribución de la riqueza capaz de mejorar las
condiciones de vida de los mujeres más precarizadas: así, por ejemplo,
como medida emblemática en el paradigma de la discriminación positiva,
la propuesta de ley del PSOE (socialista) sobre paridad, que establece
cuotas de mujeres en los consejos de administración, colegios
profesionales, gobiernos y listas electorales. .
Otras medidas como los paros laborales por períodos dolorosos o la
ampliación de los permisos parentales, si bien pueden ser interesantes y
útiles, sólo benefician a las mujeres que gozan de contratos laborales
estables y garantizados, y a aquellas cuyas relaciones de género
-afectivas están enmarcadas en el orden familiar y legalmente
Reconocido. Para muchas de ellas, el principal problema no es la
desigualdad que existe con los hombres de su clase, sino la explotación,
el racismo o la precariedad existencial.
Ciertamente, se han producido algunos avances como la ampliación del
permiso parental para hombres, la aprobación de nuevas autorizaciones
para el cuidado de menores o dependientes y ligeras mejoras en la ley de
dependencia[6]. Sin embargo, la generalización y gratuidad de las
guarderías, el acceso a la vivienda y la mejora de las condiciones
laborales en profesiones feminizadas han sido olvidados por el feminismo
hegemónico. Si se hiciera hincapié en los paros laborales debido a
períodos dolorosos, sería esencial reconocer las numerosas enfermedades
profesionales específicas de estos sectores.
Defender los intereses del feminismo de clase media
Durante las últimas décadas, la presencia de mujeres educadas en puestos
intermedios y altos de las jerarquías profesionales ha aumentado
ininterrumpidamente. Esta composición social de las mujeres de clase
media o alta coloca sus prioridades en el centro de la agenda feminista.
Sin embargo, esta lucha por la igualdad de género no cambia la vida de
la mayoría de las mujeres, particularmente de aquellas que no tienen la
posibilidad de plantearse una carrera profesional. Además, el hecho de
que haya más mujeres en los puestos más altos no tiene ningún impacto en
los cambios estructurales necesarios para mejorar las condiciones
materiales de vida de las mujeres de la clase trabajadora. Esto tampoco
tiene ningún impacto en la reducción de las desigualdades generadas por
la división sexual del trabajo: las mujeres abandonan el hogar para
dedicarse a su profesión, dejando su lugar a otras mujeres. Desde el
punto de vista del feminismo de clase o transformacional, el poder
necesario para cambiar las cosas no se encuentra del lado del mando
-capitalista o estatal- sino en la construcción de nuestra propia
capacidad que nos permita luchar contra la producción y reproducción de
las desigualdades.
En este sentido, el feminismo hegemónico no sólo explota la
representación de movilizaciones a favor de sus propios intereses, sino
que también invisibiliza o incluso bloquea conflictos liderados por
otras mujeres.
La pacificación de la crisis de los cuidados
El gobierno respondió a otra de las demandas del feminismo hegemónico
con una política de "conciliación familiar"; creó un subsidio destinado
a hacer menos costosa para los empleadores contratar trabajadores
domésticos, a menudo de origen extranjero[7]. A través del dinero
público, la "liberación" de mujeres de clase media que no quieren
modificar sustancialmente su equilibrio familiar y sus estándares de
consumo se hace a costa de otras que son explotadas en las tareas de
reproducción social.
Desde el punto de vista del feminismo de clase, debemos preguntarnos
cómo luchar por la socialización de las tareas reproductivas -y su
desfeminización- al tiempo que se lucha contra la división sexual e
internacional del trabajo.
Segundo límite:
La centralidad de la violencia sexual y la deriva punitiva.
El ciclo de movilizaciones feministas 2018-20 estuvo impulsado en parte
por la denuncia de la violencia contra los cuerpos feminizados y
especialmente la de carácter sexual. Los debates sobre el tema y el
cambio cultural que resultó de él constituyen quizás el mayor éxito de
estas luchas. Sin embargo, su traducción legislativa, basada en el
sentimiento de preocupación suscitado por los medios de comunicación,
tuvo la consecuencia más evidente de una deriva punitivo-represiva: en
el imaginario social, acabó estableciéndose que la persecución penal y
la prisión pueden ser soluciones a los ataques, incluso las más mínimas,
y que castigar es la mejor manera de proteger a las mujeres.
Así, si bien el debate sobre el consentimiento y su significado fue
fundamental para el cambio cultural, una vez llevado al ámbito del
derecho penal, el sistema policial y judicial represivo emergió
fortalecido en nombre de la lucha contra la violencia machista y el
feminismo.
Así, cada reforma en este ámbito penal endurece sistemáticamente las
respuestas y las acerca peligrosamente a las medidas excepcionales
aplicadas a los delitos de terrorismo. Las penas por delitos sexuales ya
son muy severas, mucho más altas que en los países vecinos. Así, por
ejemplo, se puede imponer la misma pena (15 años) por homicidio y por
violación. Sin embargo, más encarcelamiento no sirve para prevenir los
delitos, porque su función principal es castigar, y en particular
castigar a los pobres.
Desde la perspectiva del feminismo de clase, deberíamos cuestionar los
aumentos de sentencias que ocurren en nuestro nombre y la aprobación de
leyes que van en contra de nuestros objetivos. También deberíamos
preguntarnos si tiene sentido poner de relieve la violencia sexual
frente a otras formas de violencia (desalojos de viviendas, colocación
autoritaria de niños porque no tienen hogar, etc.), o por qué el acceso
a los llamados derechos universales debería estar condicionado a ser
categorizado primero como víctima.
El punitivismo está vinculado al feminismo de clase media por su forma
de concebir y legitimar al Estado y sus aparatos represivos. Sin
embargo, es más fácil para los gobiernos ofrecer reformas penales como
solución que intervenir sobre las causas de conductas calificadas de
delictivas, inseparables de los factores económicos, políticos y
sociales que generan desigualdades.
Sabemos que la violencia sexual sirve para someter a las mujeres a roles
establecidos. En este sentido, un feminismo que sitúa esta única
cuestión en el centro -por muy importante que sea luchar contra todas
las manifestaciones de esta violencia- y que olvida las desigualdades
económicas u otras violencias que resultan de ella, nunca será un
feminismo emancipador. Muchas mujeres no esperan protección de la
policía ni reparación judicial por la violencia patriarcal que sufren.
De hecho, para muchos de ellos, este mismo Estado es la principal fuente
de violencia contra ellos.
Esta representación de la violencia sexual como la mayor violencia
vivida por las mujeres -en su conjunto- también está vinculada a la
extensión social de las identidades femeninas/masculinas homogeneizadas
y polarizadas y sus roles correlativos como víctimas/agresores, lo que
naturaliza la construcción cultural de las posiciones de género.
transformando las jerarquías patriarcales en un problema de relaciones
interpersonales.
El feminismo de clase debería apoyar acciones para abolir las cárceles,
teniendo en cuenta que encierran desproporcionadamente a hombres
racializados y pobres, y que dañan gravemente a las mujeres en sus
entornos familiares y comunitarios. El sistema penal siempre es
perjudicial para los de abajo. De hecho, hay un feminismo de base en
España que lleva años trabajando en una línea antipunitiva; pero aún
queda un largo camino por recorrer para imaginar y construir otras
lógicas, para lograr introducir en el debate público cuestiones como la
justicia feminista -transformativa o restaurativa[8]- y cómo evitar
fortalecer el sistema penal en nombre del feminismo. .
Tercer límite:
una nueva ola de institucionalización de los feminismos
La institucionalización es el proceso de integración de las personas y
las demandas de los movimientos sociales a las instituciones
gubernamentales, así como la instrumentalización de estos movimientos
para legitimar gobiernos, líderes o políticas de todo tipo. La
institucionalización también incluye la apropiación, por parte de
movimientos u organizaciones de base, de la agenda institucional -y
mediática- así como de la esfera estatal y legislativa como espacios
privilegiados hacia los cuales terminan dirigiendo sus esfuerzos.
Durante la pasada legislatura (2019-2023), vimos cómo el "gobierno
progresista" se apoyó en el feminismo para legitimar sus políticas,
afirmando ser "el gobierno más feminista de la historia", utilizando
abundantemente la retórica feminista y enfatizando el gran número de
mujeres. ministros[9]. Ha habido numerosos conflictos partidistas entre
el PSOE y Podemos para extraer capital político de las movilizaciones
feministas. Además, los ataques lanzados por el partido de extrema
derecha Vox han polarizado el espectro político y han dificultado mucho
la articulación de un discurso propio, fuera de la política
institucional. De ahí el abandono del campo de las críticas contra el
gobierno "para no entregar armas al enemigo".
Los movimientos feministas han quedado así atrapados en las demandas
estatales y en la producción de leyes, al punto de considerar este
enfoque como la forma primordial o casi única de transformación social y
acción posible; esto en lugar de preocuparse por la capacidad de
organizarse y generar conflictos que permitan conquistas gracias a la
fuerza de la movilización, como en 2018-19. Esta incapacidad acabó
provocando un retroceso en los tiempos institucionales, en los eventos
programados (8 de marzo, etc.).
La identificación del gobierno con el feminismo y la identificación de
los movimientos feministas con la agenda gubernamental permitieron que
sus discursos fueran cooptados y con ello desaparecieran su sentido de
protesta y su poder político.
Para continuar el debate
Abogamos por un feminismo "de clase", es decir anticapitalista,
universalista, un feminismo desde y por los de abajo y que cuestione
toda la organización social. Por ejemplo, no queremos cuotas en los
consejos de administración de las empresas, sino más bien el fin de las
diferencias radicales en salarios y condiciones laborales y, en última
instancia, abolir el trabajo asalariado y la propiedad privada. Es sólo
desde un "feminismo situado" en conflictos concretos -en el sindicalismo
social, en las luchas por la vivienda, en las luchas corporativas, etc.
- que podemos preservar nuestra autonomía como movimiento, dejar de
trabajar por un feminismo hegemónico y adoptar nuestra propia agenda;
esto con el fin de construir, desde la posición subordinada de las
mujeres, una propuesta emancipadora asociada a un proyecto de alcance
universal que también pueda fortalecer nuestra lucha.»
Kris,
por la traducción y elección de los extractos,
16 de mayo de 2024.
Notas
[1]La hegemonía de la clase mediática en el último ciclo feminista
[2]Este texto está escrito desde Madrid y por tanto no puede ni pretende
reflejar los diferentes procesos de institucionalización de los
movimientos feministas que pueden darse en distintos puntos del Estado,
ni los procesos de resistencia de los movimientos populares.
[3]Por reproducción social nos referimos al trabajo no remunerado y a la
mejora y fortalecimiento significativo de los servicios públicos capaces
de socializar estas tareas.
[4]Consideramos que la posición femenina en el orden de género puede ser
ocupada tanto por mujeres cis como trans, y en ocasiones también por
determinadas expresiones de disidencia sexual.
[5]Huelgas de cuidados y organización sexista de la reproducción social;
huelgas obreras y feminización de la precariedad, techos de cristal;
huelgas de consumidores y mercantilización de esferas de la vida cada
vez mayores; huelgas en educación por una escuela pública, laica y no
heteronormativa
[6]Respecto a las medidas gubernamentales, queremos destacar ciertos
avances como la ley de autodeterminación de género o la ley trans o la
nueva Ley del Aborto que incluye mejoras en la salud sexual y
reproductiva, como la reducción a los 16 años de edad. decidir abortar
[7]Un ejemplo: la Comunidad de Madrid ha aprobado ayudas directas de
hasta 4.000 euros para cubrir los costes laborales de las trabajadoras
del hogar
[8]La justicia restaurativa es una forma de resolución de conflictos
basada en el diálogo, el acuerdo y la reparación del daño causado. Más
allá de eso, busca atacar las condiciones (materiales y simbólicas,
culturales, sociales, políticas, económicas, etc.) que hicieron posible
la violencia, para transformarlas.
[9]Entre estas ministras, Irene Montero, en el Ministerio de Igualdad,
una de las líderes de Podemos, que, aunque se presentó como el principal
partido de protesta contra el bipartidismo, integró el primer gobierno
de coalición con el PSOE (2020). -2023)
http://oclibertaire.lautre.net/spip.php?article4227
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