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(ca) Sicilia Libertaria: Batallas. Trabajen menos, trabajen todos, por igual salario. UN JUEGO PARA JUGAR BIEN (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Sat, 18 Mar 2023 08:22:52 +0200


Nos aqueja constantemente la letanía de la crisis económica, crisis que de vez en cuando ha ponderado y articulado explicaciones: las dificultades de China, los graves problemas de Estados Unidos, un gigante en la avenida menguante, la recuperación de la economía en el después de la pandemia que ha desencadenado una espiral inflacionaria, la traicionera guerra de Rusia contra Ucrania y la consiguiente crisis energética y de cereales, por nombrar algunos factores que caracterizan la economía mundial; si llegamos luego a la situación italiana, apelamos a esos fantasmas límites estructurales que impedirían finalmente un crecimiento duradero de la empresa nacional: falta de infraestructura, baja productividad, baja competitividad interna y externa. Los datos que desgranan en cada oportunidad, por parte de Istat, Eurostat, el Banco de Italia y decenas de otros institutos de diversa índole y naturaleza, certifican este estado de crisis perenne, salvo citando ocasionalmente algún indicador que en unos meses, o trimestre, registra un signo positivo, útil para levantar la moral. Pero el cuadro general devuelto es el de una situación que desde hace décadas se ha jodido en un continuo estado de dificultad, por no hablar de las anteriores y puntuales crisis del sistema capitalista, estudiadas por los economistas a través de los llamados ciclos. Sin embargo, esta constancia, más que identificar la economía de mercado y la capitalista -a pesar de contar con condiciones favorables como mano de obra barata y uso ilimitado de los recursos naturales y colectivos- es responsable del fracaso y una incapacidad intrínseca para responder a necesidades a veces elementos del conjunto. sociedad, se presenta como el resultado de las limitaciones del potencial que de otro modo el mercado y el capital serían capaces de liberar. Así, el énfasis puesto en la crisis se transforma en una poderosa herramienta para imponer una sustancial precariedad laboral - pasado el tiempo se vuelve a hablar de trabajadores pobres, obligados a realizar más actividades, sin contar los muchos desempleados o inactivos, como se clasifican en las estadísticas - en nombre de un supuesto interés social nacional. Mientras que por el contrario las enormes desigualdades certificadas incluso por las instituciones representarían un pequeño inconveniente necesario para que el circuito que asegura el bienestar de la mayoría se reinicie. Primero inversiones y ganancias, luego mejores sueldos y salarios, se argumenta: una supuesta ley económica que nunca ha sido probada.

En este panorama deprimente en el que los axiomas -crecimiento, competitividad, etc.- se dan por sentados, incluso por parte de quienes deberían oponerse a ellos, de vez en cuando aparecen en el horizonte espejismos que centran la atención del público y funcionan como perfectos distractores. Una última, que se viene discutiendo desde hace unas semanas, es la de la reducción de la jornada laboral por salarios iguales, con el fin de ampliar el número de ocupados, dicho en lenguaje gremial. Naturalmente en Italia una propuesta de este tipo ha suscitado la clara oposición del mundo empresarial que les acusa de no poder asumir los costes de tal operación en un momento de dificultad. Otros creen que, además de tener beneficios laborales, la reducción de la jornada laboral a cuatro días a la semana conduciría a una mejora en la productividad, debido a que los trabajadores trabajarían más atentos y con menos estrés. Para sustentar esto, se citan los positivos experimentos realizados en Islandia y los iniciados en España.

En una reciente entrevista con el diario La Stampa, Maurizio Landini, secretario general de la CGIL, también apoya la causa de la reducción de la jornada laboral. Cuando el periodista le pregunta: "¿Cómo llegas al nuevo mundo?", Landini responde: "En muchos sentidos, pero ciertamente con la reapertura de la discusión sobre el tiempo de trabajo con la semana corta de cuatro días: quien lo hizo tuvo resultados". también en términos de productividad. Al mismo tiempo, debe ratificarse el derecho a la formación continua dentro de la jornada laboral". Ahora es evidente que el nuevo mundo tan anhelado por el periodista Marco Zatterin, como por el secretario del mayor sindicato italiano, se parece mucho a la precariedad -que se puede declinar de muchas maneras- en la que vivimos. Se replantean los habituales principios inatacables de innovación, productividad, crecimiento, tríada de ahorro que, como la trinidad, son esquivos e inexplicables, y ya que apuntar a las ganancias, para llevar a cabo una profunda redistribución de la riqueza, es "moralmente" reprobable , se utiliza la categoría de ganancias extra, algo aleatorio y no precisamente calificable. No va mejor, en cuanto a proponer una visión amplia del pasaje crucial en el que estamos inmersos -cambio climático y ambiental, pandemias, guerras permanentes, migraciones- en el compuesto (pero pequeño) archipiélago del sindicalismo de base y sus referentes políticos. Mirando la plataforma del paro unitario del pasado 2 de diciembre, parece leerse una cansada repetición de peticiones -incluida la de reducción de jornada- que parecen abstractas, desprovistas de fuerza de impacto, tanto más desde la misma proclamación de estas huelgas se ha convertido en un ritual vacío, desencarnado: el cuerpo y la imaginación de los trabajadores. Nada que ver con ese radicalismo que en tiempos no tan lejanos animó, probablemente como una huida hacia delante, la discusión y encendió la imaginación sobre el tiempo de trabajo y el tiempo de vida, sobre el rechazo de una sociedad de consumo cada vez más invasiva. En estos años nuestros en los que nos deslizamos lenta y aturdidamente hacia una catástrofe anunciada que podría poner en riesgo a gran parte, si no a toda la humanidad -nuevas amenazas atómicas, profundas convulsiones climáticas y ambientales-, sería necesario hacer el esfuerzo de ir más allá de los deberes de un rencor que finalmente no difiere mucho de la babel de cháchara que circula en los salones de las instituciones y del poder. No queremos negar la extrema dificultad de solo proponer una alternativa tan profunda, pero no podemos postergar por más tiempo al menos el intento de iniciar una reflexión, de emprender caminos, de experimentar posibilidades.

"Un juego complicado pero interesante", como concluye mi amigo Cosimo Scarinzi en un artículo publicado recientemente en Umanità Nova, quien también reflexiona sobre lo que hemos intentado hacer en este artículo.

angelo barberi

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