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(ca) Chile: comunicado CUAC - "otro 11"

From a-infos-ca@ainfos.ca
Date Wed, 10 Sep 2003 09:40:19 +0200 (CEST)


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AGENCIA DE NOTICIAS A-INFOS
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http://ainfos.ca/index24.html
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30 AÑOS DESPUÉS SEGUIMOS EN PIE DE LUCHA
El Golpe de Pinochet y la consecuente dictadura
militar que le siguió durante los posteriores 17 años,
no son hechos que puedan ser vistos como una “simple”
página negra en la “impecable” historia constitucional
chilena, ni pueden ser vistos como un hecho aislado,
que todos debiéramos tratar de olvidar y dejar en el
pasado, y mirar hacia el futuro radiante que nos
ofrecen los actuales mercachifles disfrazados de
demócratas. Y no podemos entenderlo así, porque sus
efectos se dejan sentir demasiado fuerte sobre
nuestras vidas, aunque la sangre de nuestros muertos
quiera ser arreglada por unas cuantas monedas por la
UDI y por Lagos. Sus efectos se hacen sentir en la
calidad de la salud y la educación que recibimos, en
los niveles de analfabetismo que crecen, en los
horarios extenuantes que promedian las 12 horas para
cualquier trabajador por una miseria que apenas
alcanza para pagar las deudas, en la destrucción
sistemática del medio ambiente por parte de
empresarios sedientos de lucro, en el miedo constante
con el que vivimos y que aún no podemos superar: miedo
a perder la pega, miedo a protestar, miedo a que los
pacos nos peguen, miedo a los vecinos..... el miedo
con el que la dictadura trató de controlar al pueblo
durante toda una generación, y el cual nos dejó como
triste herencia. La dictadura dejó un legado que hoy
la Concertación ya lleva trece años administrando. Ese
legado es el sistema neoliberal, que denigra a los
trabajadores a la expresión más básica de esclavitud,
es la represión con la que nos topamos cada vez que
alguien tiene la idea de salir a protestar, es la
cultura del miedo y el individualismo, que nos hace
cada vez menos solidarios y temerosos de organizarnos
y luchar, es Dicom, son las AFP.

Y a estas realidades fuertes que enfrentamos en el día
a día, sólo se nos oponen discursos; un discurso
dominante, que cada vez convence menos y que hermana a
la Concertación con la Derecha. Un discurso dominante
que vocifera ideología tras un velo “pragmático”.

El discurso dominante dice: “no nos detengamos en
temas que dividen a los chilenos”. ¡Cómo si los
chilenos ya no estuvieran suficientemente divididos
por un injusto sistema que hace a los ricos más ricos
y a los pobres más pobres! ¡Cómo si los chilenos no
estuvieran divididos entre quienes tiene todas las
oportunidades y privilegios de la vida, y quienes
sufren en carne propia la cesantía, la adaptabilidad
laboral, y la marginalidad! ¡Cómo si los chilenos no
estuvieran divididos entre quienes se arreglan los
bigotes con sobresueldos, tratados de libre comercio y
coimas, y quienes se las tienen que arreglar con
sueldos que no alcanzan para garantizar ni una salud
ni una educación decente para sus hijos!

El discurso dominante dice que “no miremos al pasado,
sino que sólo miremos al futuro”. ¿Qué es para ellos
“el pasado”? “El pasado” representa a un pueblo en
movilización por conquistar un mejor futuro, su
libertad, la igualdad, por sacudirse de los yugos de
la explotación y el imperialismo. Un pueblo que
luchaba por construir el poder con sus propias manos y
poder manejarlo según su propia voluntad, al margen de
intereses ajenos. “El futuro” para ellos, es el Chile
que heredamos de Pinochet, con una democracia con
sabor a dictadura, con un modelo que lejos de
garantizar igualdad de oportunidades para todos ha
generado más y más dificultades en el acceso a los
servicios más básicos que como seres humanos
demandamos (salud, vivienda, eduación). Como dijera
Piñera: “el pasado está representado por esas ideas
que ya nadie defiende y que ya nadie cree”, en una
clara alusión a las ideas revolucionarias. Sin
embargo, somos cada vez más quienes volvemos la vista
a los sueños y proyectos de transformación del mundo,
quienes sostenemos -y la historia parece darnos la
razón- que la única solución a la barbarie a que nos
conduce el capitalismo, es la sociedad comunista y
libertaria. Y estamos concientes que reencontrándonos
con nuestra historia de luchas, derrotas y victorias,
es la única forma de pensar un futuro diferente, que
realmente nos sirva como pueblo.

El discurso dominante, por último, en su juego de
consensos, da a la izquierda la razón en lo relativo a
los derechos humanos, y entrega a la derecha la razón
en cuanto a la necesidad del “Golpe”. Se dice que lo
único malo del Golpe fue que se haya matado gente,
pero que en lo fundamental la derecha estaba en lo
correcto: los izquierdistas (y principalmente los
ultra) eran irresponsables, eran niños jugando con
fuego, llevaron el país al caos. Ante tal situación de
inestabilidad y de “ingobernabilidad” (sic), la clase
dominante dice que el Golpe era una necesidad, pero se
llevó a cabo con demasiados “excesos”. Olvidan
(¿olvidan?) que el caos y la inestabilidad fueron
producidos por la derecha como un programa
maquiavélico de desestabilización del país, para luego
aparecer como los paladines del orden que salvarían a
Chile... ¡del caos que ellos mismo habían creado!
Olvidan, o más bien ocultan, que los niños
irresponsables de la ultra tenían proyectos y
respondían a un programa que venía madurando en el
seno del pueblo tras un siglo de luchas. Olvidan que
lo fundamental del Golpe no fue matar gente, sino que
tal cosa era funcional a la implantación de un modelo
de superexplotación y represión que no sólo se sigue
aplicando, sino que la Concertación ha sabido
profundizar. En eso la Concerta y la Derecha se dan la
mano. Nos negamos a asumir una postura de llorones, o
a considerar el campo de los derechos humanos como el
único campo en el que nos cabe el derecho a voz:
creemos que es necesario arrebatar el monopolio de la
racionalidad política a la derecha, y ser capaces de
reclamar, hoy más fuerte que nunca, nuestro derecho a
controlar nosotros mismos nuestros destinos. Creemos
que peor que la masacre sistemática de nuestros
compañeros, ha sido la supresión, igualmente
sistemática de nuestras conquistas y la implementación
de este modelo de esclavitud en pleno siglo XXI.

Hay también otro discurso: es el de quienes lamentan
que en Chile el Golpe haya producido un “quiebre” en
la institucionalidad (burguesa), como si hubiera algo
de malo en el mero hecho del quiebre institucional.
Tal cosa nos tiene sin cuidado. Los anarquistas nunca
confiamos en la institucionalidad para producir los
cambios. Éstos necesariamente se producen por la
transgresión popular de la institucionalidad que los
explotadores han impuesto al pueblo. Nos parece más
grave que la tan mentada institucionalidad, que se
haya quebrado una tradición de organización y lucha,
que se haya quebrado un proceso contradictorio que
podría haber desembocado en la revolución de la mano
de los sectores de base. Pero no, hay quienes valoran
más que a los compañeros y a las décadas de lucha y
perseverancia, el quiebre “institucional”. Quienes así
reflexionan, no han aprendido de los errores del
pasado y no ven que esa legalidad y esa
institucionalidad, a la que tanto se aferran, fue la
madeja en la cual el pueblo se enredó, sin poder
hallar una salida propia, que le permitiera abrir
nuevos caminos. Esa institucionalidad, que
supuestamente serviría de catapulta al socialismo, fue
la pala con la que se cavó su tumba. Flores Magón
estaba en lo cierto cuando decía que los
revolucionarios son ilegales por excelencia. Debemos
dejar, definitivamente, de lado las ilusiones en
reformas y transiciones pacíficas, en la mitología
aberrante de una “tradición constitucionalista
chilena”.

El Golpe de Estado, representó, ante todo, un duro
Golpe al Pueblo en Lucha. Para nosotros,
anarco-comunistas, el rostro del golpe no es reducible
a la figura de Allende, sino que se expresa bastante
mejor en el rostro anónimo de los miles de compañeros
y compañeras que se atrevieron a construir sus
destinos, que presionaban por cambios de verdad, que
pedían romper con el lastre institucional heredado de
la burguesía. Es sobre nuestra clase, donde el Golpe
se hizo sentir con más crudeza, desorientándonos y
haciéndonos perder el sentido histórico de la lucha.
Pero nada es definitivo, y aunque hoy nos encontremos
aún mareados por la fuerza de los impactos que como
pueblo hemos recibido, nos ponemos de pie, y retomamos
la lucha: los mapuche se alzan con dignidad y valentía
en el sur, los estudiantes salen a la calle, los
pobladores retoman las banderas de la organización y
la solidaridad y el pueblo asume la protesta popular
del 13 de agosto, que es un primer paso en la
rearticulación del movimiento popular. No importa cuán
dura sea la represión; perdemos el miedo y seguimos
marchando adelante. Nada ni nadie podrá detener esta
vez el avance de nuestra clase trabajadora por
conquistar su futuro. Pero es necesario aprender las
lecciones de Septiembre, para que la próxima vez nos
toque hablar con voz de victoria.

Es necesario dejar de lado la ilusión de la reforma
pacíficas dentro del actual sistema; la burgesía ha
sido clara. No tolerará ninguna alteración en su
paraíso de ganancias y privilegios. Si los pobres
piden pan, se les da represión. Si los pobres se
organizan, se les hacen Golpes. La derecha ha sido
clara en que volverán a recurrir a la fuerza si se
produce una situación de pérdida progresiva de sus
privilegios. La concertación, fiel aliada de la
derecha ha sido clara en los hechos que movilizará sus
fuerzas y declarará Estado de Sitio a la menor sombra
de descontento. Nosotros debiéramos estar igualmente
claros en que no llegaremos a la igualdad sólo con
buenas intenciones, sino que es necesario visualizar
que sólo podremos vencer a los que nos oprimen
mediante la violencia revolucionaria, mediante el uso
de la fuerza para contrarrestar los esfuerzos de la
reacción, de la derecha, de los yanquis y de todos sus
aliados por someternos a un modo de vida que nos
condena a la miseria. Debemos perder el miedo a
ejercer nuestro legítimo derecho a defendernos y a
luchar, por todos los medios, para conquistar lo que
es justo, lo que es nuestro y que se nos ha arrebatado
tras siglos de explotación.

Debemos ser claros en que el triunfo popular no lo
lograremos mediante alianzas equívocas con sectores
ajenos a la clase trabajadora. Sólo los explotados
(con toda la complejidad que esta clase presenta),
pueden transformar la actual sociedad, por carecer,
objetivamente de intereses que tiendan a conservar el
actual sistema. Sabemos que la independencia de clase
no es un camino fácil, pero es el único que nos puede
garantizar el éxito. No se trata de negar la
participación de elementos externos, pero
simpatizantes de las organizaciones de la clase. Pero
no podemos, por ciertos casos individuales, confundir
la dinámica de clases sociales. Nunca ha habido una
burguesía progresista, y las fuerzas sediciosas en los
años sesenta se nutrieron bastante, y encontraron a
los sectores más recalcitrantes en esa “humilde”
pequeño-burguesía que tantos sectores de la izquierda
hoy defienden. Creemos que una política de izquierda
que privilegie los intereses de los perqueños y
medianos empresarios (al margen de cualquier sentido
histórico y de clase), por sobre los intereses de los
trabajadores, no puede ser considerada con seriedad
como una política revolucionaria. Recordemos que
nuestra lucha no es por la humanización del
capitalismo, sino que por su superación
revolucionaria. Debemos estar prevenidos contra los
nuevos “frentes” democráticos, populares,
antifascistas, progresistas, o apellidados como se
quiera, porque históricamente, no han significado más
que derrotas y aplazar lo inaplazable: la conquista de
la sociedad libertaria, de igualdad, sin explotados ni
oprimidos. Ningún cuco (léase ni Lavín, ni el
Fascismo, ni nada) justifica que los trabajadores
pierdan de vista su real lucha y sus reales intereses,
corriendo a olvidar “momentaneamente” la vieja lucha
de clases y a hacer alianzas con los “patrones” menos
malos. Eso es seguir optando por el mal menor, y esa
es política de incapaces.

Pero la lección más importante que tenemos que
aprender, es que los acuerdos superestructurales, a un
nivel cupular, no tienen ninguna eficacia; que la
unidad del pueblo debe darse en la lucha y desde la
base, desde la construcción concreta en cada escuela,
universidad, lugar de trabajo y población. La
conquista del Gobierno no garantiza el desarrollo del
socialismo, antes bien, obstaculiza y entorpece lo que
es verdaderamente importante en la construcción de
éste: la organización de los propios explotados, al
margen y en contra de la institucionalidad burguesa
(sea cual sea el partido de turno que la administre).
Son estos gérmenes de Poder Popular las escuelas donde
se moldea el nuevo mundo que queremos construir, y
donde se incuba la fuerza revolucionaria capaz de
desplazar a la actual clase dominante. Son estos
espacios en los que se practica el contenido de la
sociedad del mañana , donde se ejerce la Democracia
Directa, desde la base y a todos los niveles, donde el
pueblo, la clase, rechaza el tutelaje de cualquier
mentor externo a sí mismo y practica, en solidaridad,
nuevas formas de relacionarse y vivir en sociedad. Es
en estos espacios en donde se aprende realmente el
sentido de la palabra “compañero”. La más hermosa
lección que nos queda del proceso de luchas y
construcción que se vivió en Chile hasta el brutal
golpe del Gorila Pinochet, está en las JAP, en los
Cordones Industriales, en los Comandos Comunales,
todas experiencias que demostraron lo maduras que
estaban las condiciones para la revolución, que
mostraron lo maduro que estaba el pueblo para haberse
hecho cargo de su destino.

A 30 años de una de las peores masacres de las
múltiples que se cuentan en nuestra historia
republicana, decimos con firmeza: No castremos nuestra
vocación revolucionaria, de transformación del mundo.
El mejor homenaje a nuestros caídos no es limitarnos a
los estrechos pedidos de una justicia que sabemos que
es imposible en el marco de la sociedad capitalista,
sino que retomar sus banderas por la transformación
revolucionaria de la sociedad, retomar sus banderas de
guerra sin tregua a la opresión, aprendidos los
errores y las lecciones del pasado. Nuestros
compañeros caídos, que tanto nos penan y cuyo aliento
sopla las barricadas en todo el país, no reclaman
justicia en los tribunales, sino que su clamor es por
la justicia en la calle, en la lucha, en la guerra al
capitalismo y el Estado, en la victoria. Sus voces que
resuenan en un lejano eco, ya no gritan “Nunca más”...
hoy vuelven a gritar “Venceremos”.

¡ARRIBA LOS QUE LUCHAN!
CONGRESO DE UNIFICACIÓN ANARCO-COMUNISTA (CUAC)
SANTIAGO, VALPARAÍSO -CHILE.




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