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(ca) CUBA: Documento-denuncia

From Acracia Fernández <movimientolibertariocubano@yahoo.com.mx>
Date Fri, 4 Jul 2003 10:35:18 +0200 (CEST)


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AGENCIA DE NOTICIAS A-INFOS
http://www.ainfos.ca/
http://ainfos.ca/index24.html
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Compañe@s <mailto:Compañe@s>,
ante todo salud. Sólo les escribo para enviarles un importantísimo
documento de denuncia que estamos tratando de difundir. Pueden enviarlo a
los medios y sitios que consideren. Un abarzo libertario.
Salud y Anarquía.

Acracia, por el MLC

Castro, como Franco ...

“Grupo pro revisión del proceso Granado y Delgado”

Por haber luchado contra la dictadura franquista consideramos un
deber moral portar nuestra solidaridad a cuantos, por luchar por
las mismas libertades que luchábamos entonces los antifranquistas, sufren
represión en el mundo.

No debe sorprender pues que la aportemos hoy a los disidentes
cubanos que son de nuevo víctimas del acoso represivo de la
dictadura castrista. Y no sólo porque reclaman lo mismo que
reclamábamos nosotros durante el franquismo, sino también porque
Castro ha superado a Franco en brutalidad represiva: condenas de
hasta 25 años por el único “delito” de disentir, y de muerte por
ampararse de una nave para huir de Cuba. Y, además, en ser más
expeditivo: cinco días para detener, juzgar y ejecutar a los tres jóvenes
negros que se querían autoexiliar, y que no habían herido ni matado a
nadie. Para ejecutar a los antifranquistas Francisco Granado y Joaquín
Delgado, Franco “tardó” 17 días. En los dos casos: “justicia” arbitraria,
expeditiva, con juicios rápidos, sin ninguna garantía jurídica, a puerta
cerrada, sin presencia de observadores internacionales, y ejecuciones al
alba, para escarmentar, para aterrorizar...

Pero las similitudes no paran ahí... Como Franco, y con el mismo
maniqueísmo, Castro también considera que ”el que no está con él, está
contra él”. La misma pedantesca convicción de ser los Guías elegidos: de
Dios, para Franco, y de la Historia, para Castro. Por eso el franquismo y
el castrismo son dictaduras sofocantes, sin prensa, opinión, disidencia o
asociación libres, con partido único, sindicato único y, sobre todo, un
Jefe Supremo, una sola voz, un solo pensamiento. Además, claro está, de
la longevidad en el poder absoluto: treinta y seis años para Franco, y
cuarenta y cuatro ya para Castro.

¡Cuarenta y cuatro años para crear un paraíso enrejado y mísero para la
mayoría de los cubanos! Un “paraíso” en el que hay que cerrar con candado
las puertas para que ningún trabajador cubano pueda escaparse de él. De
ahí que Fidel necesite la opacidad y la impunidad para preservar la
vigencia del mito revolucionario.

Pero los hechos no mienten, y a casi medio siglo del triunfo de la
rebelión
contra la dictadura de Batista, la intolerancia, el autoritarismo en
nombre de la seguridad del Estado, la prepotencia e ineficacia de su
burocracia han convertido la revolución en mordaza para los cubanos y en
un fiasco económico que ha acentuado la dependencia exterior de Cuba. Con
Batista lo era de los USA., y con Castro lo ha sido, primero, de la Unión
Soviética y después, como antes, del turismo (y la prostitución).

Por supuesto, el castrismo achaca estos males al embargo norteamericano,
obstinándose en no reconocer sus propios fracasos en la gestión de la
economía, y en lo que es peor aún: la participación activa de los
trabajadores cubanos en las tareas productivas ¿por qué lo harían después
de haber visto tantas promesas incumplidas de igualdad y de libertad?
¡Cómo reprocharles este desinterés, esta desmovilización si están
hastiados de verse siempre sacrificados “ante el interés supremo de la
Revolución”: la continuidad del poder castrista!

Son todas estas razones las que nos han decidido a hacer pública nuestra
indignación ante el último y brutal coletazo represivo del castrismo. De
un régimen que aún pretende encarnar las aspiraciones primigenias de un
movimiento revolucionario que concitó tantas esperanzas y que la ambición
de poder del Comandante en Jefe pervirtió, generando una desilusión muy
similar a la provocada por la Revolución rusa.

Sin duda aún le quedan hoy incondicionales al régimen castrista, que
siguen manteniendo una visión epifánica de la “Revolución Cubana”. Son
los empeñados en no reconocer esta evidencia palmaria: la Revolución se
ha convertido en un sistema totalitario, antidemocrático y de vigilancia
colectiva para que todo el mundo vigile y denuncie a su vecino o a su
compañero de trabajo.

Sí, todavía los hay que sobreviven intactos a la insidiosa corrosión
moral que ese poder ha instalado en la vida cotidiana de los cubanos, que
se acomodan bien a la pesadumbre secreta del control fascista -versión
“progresista”- impuesto por ese totalitarismo estalinista -versión
caribeña- decidido a conducir al pueblo cubano a un fin trágico. Por eso,
los que aún nos reclamamos de los valores de libertad y justicia, que
siempre fueron los de la izquierda, debemos denunciar a ese Régimen que
los está pisoteando, aunque demagógicamente pretenda defenderlos. Y más
aún en estos momentos, cuando Fidel, como Franco al final, está haciendo
padecer a numerosas familias cubanas las consecuencias de una cruel
represión, justificada con una mentira infame: la de la “conspiración”.
Porque infame es acusar de conspirar por reclamar el derecho a la
libertad o por intentar salir de la isla para tratar de vivir mejor.

Es verdad que, desde hace algún tiempo, la disidencia cubana estaba
comenzando a perder miedo, a dar la cara, lo que debió preocupar
enormemente a Fidel Castro y a sus burócratas mafiosos. De ahí la
proclamación de la Ley Mordaza (para castigar severamente la colaboración
con “medios de difusión extranjeros” o el producir o difundir materiales
“antisocialistas” tendentes a “quebrantar el orden interno”) y la
declaración de “eternidad” para la versión castrista del socialismo.
Pensadas las dos para utilizarse en el momento oportuno...



Un momento que llegó gracias a Bush, o, quizás, cuando Bush lo necesitaba
más: para justificar su política de agresión en nombre de la defensa de
la democracia! Es posible que Castro haya creído que ése era el momento
de actuar implacablemente contra la disidencia porque la opinión pública
mundial estaba
ocupada en movilizarse contra la guerra en Irak y en denunciar el
hegemonismo planetario norteamericano. Sí, es posible que haya creído que
el antiimperialismo sofocaría los ecos de su nueva oleada represiva y que
ésta no daría argumentos a Bush en su cruzada “para implantar la
democracia”, la Democracia yanqui!. Y, de alguna manera, no se equivocó;
pues no sólo Bush no ha insistido mucho en denunciar la represión de la
disidencia cubana, sino que tampoco la opinión pública internacional lo
ha hecho demasiado. Sí, es verdad, que al principio han sido numerosos
los intelectuales destacados que la condenaron, y entre ellos algunos que
lo hacía por primera vez; pero las voces de protesta no se han convertido
en movimientos masivos, en una movilización y denuncia permanentes -como
cuando se denunciaba la falta de libertades para los negros de África del
Sur.

Las razones de esta “indiferencia” son múltiples y diversas. No es sólo
¿cómo estar contra la Revolución Cubana? También lo es el poco interés de
los partidos políticos y de los Gobiernos en provocar tales
movilizaciones. No sólo por no serles rentable electoralmente el tema
cubano, sino también porque comercialmente hay muchos intereses...
Además, en algunos sectores antitotalitarios, también influye el temor de
ser asimilados a ese componente ultraderechista (minoritario, pero muy
poderoso en Miami) del anticastrismo que reclama la intervención yanqui
en Cuba.

Pues bien, aunque estas razones expliquen la resignación general frente a
los desmanes represivos de la dictadura castrista, nosotros consideramos
que es nuestro deber hablar hoy y mañana de una represión que condenamos
y condenaremos siempre. Y lo hacemos y lo haremos porque, para nosotros
también, el ”disentir es un acto irrenunciable de conciencia” y la pena
de muerte un acto paradigmático del terrorismo de Estado, aunque éste se
pretenda revolucionario.

Cómo podríamos olvidar que, en este 2003, harán cuarenta años que otra
dictadura, la franquista, asesinó con parecidos pretextos al comunista
Julián Grimau y a los jóvenes anarquistas Francisco Granado y Joaquín
Delgado.

Madrid, junio de 2003.

Octavio Alberola: 1967 y 1974, 1 año y tres meses de cárcel;
Juan Busquets: condenado a muerte en 1949, 20 años de cárcel.
Stuart Christie: 1964, 3 años de cárcel.
Luis Andrés Edo: 1966, 8 años de cárcel.
José Gracia Chile: 1939, 2 años de cárcel.
Antonia Lisbona: 1939, 6 años de cárcel.
Eloy Martín Nieto: 1972, 3 años de cárcel.
Alicia Mur Sin: 1966, 3 años de cárcel.
Alain Pecunia: 1962, 3 años de cárcel.
José L. Pons Llobet: 1974, 3 años de cárcel.
Jaime Pozas de V.: 1968, 5 años de cárcel.
Floreal Rodríguez: 1968, 8 años de cárcel.
Gregorio Rojas: 1963, 1 año y seis meses de cárcel.
Francisca Román: 1962, 6 años de cárcel.
Andrés Ruiz Grimas: 1972, 3 años de cárcel.
Juan Salcedo: 1963, 15 años de cárcel.
Emilio Santiago: condenado a muerte en 1947, 15 años de cárcel.
David Urbano: 1967, 7 años de cárcel.




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