A-Infos (ca) Editorial LA CAMPANA N. 210

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Editorial:

1. Maquinistas de trenes británicos se negaron a transportar armas para
la guerra contra Iraq e impidieron que salieran los convoys ferroviarios
con municiones hacia la base de la OTAN de Glen Douglas, en la costa
occidental escocesa.  2. El Comité Confederal de la CGT de Galicia
elaboró el pasado sábado, 1 de febrero, un llamamiento al boicot por los
trabajadores de cualquier actividad que pueda servir a esta guerra de
rapiña sobre Iraq y Palestina, pues la objeción de conciencia tiene por
objetivo cualquier actividad bélica y no sólo a la prestación del
servicio militar en el ejército o la objeción fiscal a los gastos
militares, que también. “Detened ese tren agonizante / que nunca acaba de
cruzar la noche” (dice el poema de Miguel Hernández)... Así lo hicieron
dos compañeros ferroviarios en Escocia y, al hacerlo, nos enseñaron el
camino. “Detened esa mentira que vuela y envenena” ... Así lo intentarán
los anarcosindicalistas y, al hacerlo, compartirán su camino
antimilitarista con los trabajadores escoceses y con quien quiera abolir
la barbarie imperial que se avecina.
	“Dos maquinistas en Mothervell (Escocia) se negaron a conducir un tren
	que llevaba munición, destinada a las fuerzas británicas desplegadas en
	el Golfo. Los directores ferroviarios cancelaron el servicio del
	Ministerio de Defensa después de que la tripulación se opusiera a la
	amenaza de Tony Blair de atacar Iraq. Los dos conductores se negaron a
	conducir el tren entre Glasgow y la base de Glen Douglas, el mayor
	arsenal de armas de la OTAN en Europa. «La empresa ferroviaria EWS, que
	transporta tanto municiones como mercancías comerciales, intentó
	convencer a los conductores de que abandonaran su postura. Finalmente,
	el Ministerio de Defensa suspendió el viaje y decidió enviar las
	municiones por carretera, aunque alegó que el “¡tren tenía problemas
	técnicos!”. «Los empresarios presionaron a los dirigentes del sindicato
	ferroviario ASELF, para que convencieran a los trabajadores de que
	abandonaran su posición. Sin embargo, los líderes sindicales también se
	declararon opuestos a cualquier ataque a Iraq. Otros quince maquinistas
	de la misma línea dijeron que estaban dispuestos a hacer lo mismo que
	sus dos compañeros. Los sindicatos, que con la legislación tory
	anti-sindical tienen las huelgas prohibidas en estas situaciones, apoyan
	a los trabajadores que se niegan a transportar las armas y se arriesgan
	a posibles multas”. También La Campana se suma a este llamamiento al
	boicot por la población civil de cualquier actividad militar pues, como
	señala el documento de la CGT gallega y suponemos argumentan los
	ferroviarios británicos, el salario no compra conciencia ni justicia;
	tampoco justifica la complicidad del asalariado en matanzas,
	mutilaciones y daños a personas inocentes, por cuenta del Estado o de
	los beneficios de las multinacionales del armamento, la energía y el
	crimen. De otro modo se convierte al trabajador en sicario, que es lo
	que son sus enemigos y lo es, con modos y maneras especialmente
	repugnantes, el gobierno español de Aznar. Como señalaba el editorial de
	la semana pasada de La Campana: “La matanza que se disponen a cometer en
	Iraq el gobierno de EE.UU. y sus aliados más serviles no tiene otra
	razón de ser que proceder a una gigantesca rapiña y un sanguinario
	ejercicio de autoridad imperial por parte de los ladrones. Nuestra
	obligación es impedirlo y en ello nos va la libertad, la dignidad y la
	vergüenza”. Alguien preguntó ¿Cómo vivir y construir la rebeldía en
	tiempos de guerra e infamia de Estado?: Desertando de una, subvirtiendo
	al otro y combatiendo, por caminos de libertad y solidaridad, la raíz
	que a ambas sostiene: la desigualdad y la sumisión.  En tiempos de
	capitalismo y privilegio, de Imperio desatado e integrismo nacionalista,
	de cobardía y mugre moral, solo cabe decir NO a todo ello y recordar que
	hay palabras por las que merece la pena vivir y morir porque ellas
	mismas son la vida y su negación la muerte. Ningún otro camino queda que
	aquel donde se odian los fusiles de la injusticia y en el que las
	personas humanas -no los sicarios, ni la soldadesca de oficina y pluma
	de alquiler- se atrincheran solidariamente con las víctimas designadas
	para ser matadas, negándonos todos a morir o a humillarse.










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