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(ca) solidaridad obrera: CORONAVIRUS Y LUCHA DE CLASES (II). LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DEL METRO. 11 Por José Luis Carretero Miramar.
Date
Fri, 15 May 2020 08:49:22 +0300
Como afirmábamos en un artículo anterior en este mismo medio, la crisis del coronavirus está poniendo de manifiesto la crudeza de la lucha
de clases en el seno de la sociedad española en una situación excepcional. Las tensiones, presiones, conflictos y pruebas de fuerza
asociadas a la reivindicación por parte de los trabajadores del cumplimiento de la normativa de prevención de riesgos laborales y de las
indicaciones de la comunidad médica en los centros de trabajo, están generando situaciones como el cierre de la planta automovilística de
Mercedes en Vitoria por el Comité de Empresa (la representación unitaria de los trabajadores) o el más que previsible cierre de Konecta, la
mayor empresa de telemárketing de España, en las próximas horas, ante la presión jurídica desarrollada por las secciones sindicales de CGT,
Solidaridad Obrera y USO.
La situación no ha cambiado en los últimos días. Y no parece previsible que lo haga. Recordemos que los sectores que siguen
trabajando en la calle, además del sanitario, pese al estado de alarma decretado por el gobierno, como el telemárketing, la limpieza, los
transportes, el reparto a domicilio o la alimentación... están principalmente (aunque no únicamente) constituidos por toda esa fuerza de
trabajo manual y muchas veces precaria, que el discurso dominante ha invisibilizado completamente en las últimas décadas.
Se trata de una clase obrera cuya misma existencia ha sido negada por los discursos altisonantes sobre el cognitariado, los knowmads o el
trabajo inmaterial desde hace ya tiempo. Pero que, tozudamente, se convierte en estratégicamente decisiva para la sustentación de esa misma
esfera virtual que la niega como su esencial condición de posibilidad. No hay trabajo inmaterial, sin la legión de limpiadoras, reponedores,
cajeras, conductores de autobús, riders y personal de mantenimiento que constituyen la base material del trabajo socialmente necesario en la
Smart City de nuestros días.
Y uno de esos trabajos necesarios e invisibilizados, sobre el que me voy a detener en estos momentos, es del transporte suburbano. Los
Metros que articulan la posibilidad de que la fuerza de trabajo llegue allí donde es necesaria para el proceso de valorización del Capital,
en las grandes urbes degradadas de nuestro tiempo, de manera cotidiana. Sin este medio de transporte, las grandes ciudades serían inviables
y nuestra perdida normalidad, como estamos viendo estos días, hubiese sido radicalmente otra.
No se trata, en el imaginario de la mayoría de nuestra sociedad, de un sector especialmente precario. El hecho de que sea un sector
estratégicamente decisivo para el proceso productivo, al garantizar que la mano de obra estará allí donde se la necesita todos los días, ha
hecho que sus reivindicaciones recurrentes muestren la ambivalencia que muestran, en el discurso mediático, todas las manifestaciones de
lucha de los sectores de la clase obrera que aún insisten, por estar fuertemente organizados, en autodenominarse orgullosamente como tal:
mientras sus luchas pueden obtener éxitos más llamativos que las de otros sectores y garantizar condiciones de trabajo un poco mejores, su
imagen pública es demonizada ("están siempre en huelga". "son unos privilegiados") para romper toda posibilidad de extensión de sus
costumbres levantiscas entre el proletariado precarizado más atomizado, reconvertido por los media y la clase política en la silenciosa
"ciudadanía de clase media y trabajadora" consumista.
Se engañan, sin embargo, quienes piensan que, en el suburbano, sólo trabajan privilegiados corporativistas, restos de una clase obrera en
decadencia. La expansión de las contratas y subcontratas (limpieza, seguridad y otros marcos crecientes de actividad rápidamente
externalizada) ha precarizado fuertemente el trabajo del transporte en el subsuelo en las principales ciudades, en la última década. Además,
el trabajo en el Metro sigue estando marcado por la explotación, los horarios de órdago y la ubicuidad de contaminantes como el amianto, que
en el caso del Metro de Madrid ya han provocado la muerte de varios trabajadores, pese a la recurrente conflictividad de los sindicatos más
combativos, que han llegado a querellarse criminalmente contra los responsables políticos de que este material altamente cancerígeno y
potencialmente dañino para trabajadores y usuarios, no haya sido aún retirado.
Y los Metros, obviamente, siguen abiertos en el marco de la brutal bifurcación histórica que significa la pandemia de Covid-19. Se está
trabajando en el Metro ¿En qué condiciones?
Antonio Rus, asistente habitual al Comité de Seguridad y Salud del Metro de Madrid por la parte sindical, nos cuenta que las tensiones,
presiones y conflictos están encima de la mesa en estos momentos, como en el resto de sectores productivos que siguen abiertos. Con más de
18 trabajadores confirmados como enfermos, cerca de 340 afectados posibles (aislamientos, bajas que no se han confirmado, etc.) y un
fallecido por la pandemia, la empresa se niega a dejar abiertos los torniquetes para que los usuarios puedan pasar sin tener que tocar
ningún elemento físico, como reclama la sección sindical de Solidaridad Obrera. Escasea el gel hidróalcohólico, los guantes y las
mascarillas. Los trenes y cabinas de los maquinistas no se limpian entre turnos, sino sólo al acabar el día. Se ha hecho que algunos
trabajadores acudan a realizar trabajos en taxis, en los que se suben varias personas. Se hacen evaluaciones unilaterales de los riesgos sin
contar con la parte sindical, lo que impide conocer la importancia de que los maquinistas dispongan de guantes y mascarillas, ya que si caen
enfermos y no se ha hecho la limpieza durante el día pueden haber contaminado a todos los trabajadores de la línea. También se deja en manos
de los Jefes de Estación la toma de decisiones que deberían tomarse más arriba. Trabajadores que tienen familiares que son población de
riesgo en sus casas siguen en las líneas, creando el peligro de infectarles al volver al hogar. La situación de las contratas es también
dramática: sin protecciones especiales y mucho más precarizados y desorganizados sindicalmente.
En el Metro de Barcelona también falta el material de protección (guantes, gel, mascarillas), nos indica Ángel González, miembro de la
representación unitaria de los trabajadores. La empresa pone la excusa de que legalmente no es considerado Equipo de Protección Individual y
de que hay agua corriente en las instalaciones. Por ello, los operarios se han puesto a fabricar gel con alcohol, agua y glicerina en su
tiempo de descanso. "Debemos seguir abiertos para que la gente que presta servicios básicos pueda acudir a sus puestos", nos dice Ángel.
La lucha de clases se expresa en el suburbano con la misma brutalidad que en la superficie. Los trabajadores son el otro lado de la balanza
de los beneficios del Capital. Si los recursos van para un lado, escasean en el otro. Desechables, reemplazables, así es como ve el mando
social a los individuos de nuestra clase. Si actividades no esenciales siguen abiertas en la cuarentena, los trabajadores de las actividades
esenciales se ven ante una vorágine creciente de riesgos. Riesgos que puede convertirse en un elemento más de tensión para el sistema sanitario.
Defender nuestras vidas, nuestro derecho al pan, pero también a las rosas (a todo lo bello de la vida) pasa por ser conscientes de que la
lucha es el único sustrato material de los derechos. Y de que la sociedad de clases, el capitalismo, se tiene que acabar.
https://www.solidaridadobrera.org/confederal/2020/05/04/coronavirus-y-lucha-de-clases-ii-los-trabajadores-y-trabajadoras-del-metro/
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